Y ella besó a tantos sapos que cuando se topó con un príncipe no supo reconocerlo. Ella quería a su sapo. A su triste, retorcido y perfecto sapo. Creía que besando al sapo una y otra vez algún día se transformaría en un perfecto príncipe azul, por eso no dejó de besarle. A pesar de las traiciones, de las promesas disfrazadas y de los abrazos fríos. Jamás pensó en que quien es sapo, sapo es. Y así fue cómo la princesa se quedó encallada en ese estanque podrido en el que vivía el sapo, sin tener en cuenta al maravilloso príncipe que iba todos los días a ese estanque a observar a la princesa y a su mirada triste.
Blanca de Paco.
@blancadepaco
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