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AMOR BAJO LOS PÁRPADOS

Si cierro los ojos te encuentro
en un carril levantado con vías de misterios,
y la luna envuelta
en tus pestañas
descarga ingenios de destellos
y proyectan mi sombra que te adopta.

Si cierro los ojos y decido cerrarlos
tú me hablas al oído sin palabras,
y lo que escucho se convierte
en un arma disparando besos,
un cuento con tinta de labios
y papel de cuello.

Si cierro los ojos apareces
aunque estés a kilómetros
con la distancia empuñada en una mano
y con la otra matando el negro tiempo,
borrando heridas por mi cara desgastada
mientras me rozas.

Si cierro los ojos me relumbras
con los tuyos dilatados de verde evidente,
y lacras con tu tez
compuesta de bombillas brillantes
el ruido de la vida pasada,
mis amargos estridentes.

Si cierro los ojos y los cierro con fuerza
tu sonríes y pese a verlos yo
me invento cada uno de tus dientes,
bocados de alimentos fusionados,
espejo de pómulos valientes, cicatrices borradas
en mi mente.

Si cierro los ojos viajamos sudorosos
sobre un colchón hecho de incógnitas
despejadas a cada trato que hacemos
con firmas de pupilas encontradas.
Y cierro los ojos con la esperanza
de ver los tuyos cuando los abra.


Daniel Arrébola.
@apetececine
http://apetececine.wordpress.com/ 
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HOJAS SECAS

Cuando el mar sea negro y gris, en lugar de turquesa y azul y las gaviotas no puedan levantar el vuelo…

Cuando el oleaje rompa contra edificios en ruinas en lugar de rocas y arena y la tierra mengüe…

Cuando los bosques se hayan transformado en vertederos y papel y las hojas comiencen a desaparecer…

Cuando la mitad de la fauna se haya extinguido y la otra mitad se encuentre entre barrotes y sonrisas de niños que no conocen lo que no es asfalto…

Cuando el oxigeno escasee y solo se pueda ver a través de una densa capa de contaminación…

Cuando la niebla no sea blanca sino gris, la tierra no sea fértil ni húmeda y los huertos perezcan entre ácido y polvo…

Cuando el pánico y la rabia, la impotencia y el odio, se apodere de nuestros bisnietos y las calles masificadas por las que caminen sean peligro y desolación…

Cuando la tecnología supere a la ficción y no queden palabras de esperanza…

Nos retorceremos desde el más allá, entre podredumbre e incapacidad, suplicando al sucio y desalmado cielo una segunda oportunidad. Querremos levantarnos y luchar.

Cuando ya sea tarde para arrepentirse, dado que la muerte es incorregible, cuando todo esté inerte y no quede paz en la mirada de los jóvenes… Nada podremos hacer para iluminar lo que oscurecimos.

Alba Ferrer.
@dihiftsukai
http://ytumihorizonte.blogspot.com.es/

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4 DE JULIO

Le prometí a alguien que escribiría para él, así que esto no es más que un agradecimiento. Eres esa clase de persona que cualquiera desearía tener en su vida, Tienes el don de hacer feliz a los que te rodean y aunque no sé si vas a estar aquí por mucho tiempo, lo único que te deseo es que se te llene la vida de personas como tú.

Apareciste cuando sin yo saberlo más te necesitaba y todavía no entiendo que habré hecho para merecer que te quedaras. Creo que eres algo así como un trofeo que me han dado antes de ganarlo.

Sé que podrías desaparecer en cualquier momento y todo y así habría valido la pena conocerte, solo por saber, que en el mundo existen personas como tú y que, un día cualquiera, sin buscarlo ni esperarlo aparecen de la nada... Y te lo cambian todo.

Gracias por no suponerte un esfuerzo el alegrarme la vida día a día.

Alba Villafañe.
@alalba11
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¿POR QUÉ NO?

¿Es curioso, no? Parece que nos pasemos la vida intentándonos marcar retos a corto, medio e incluso largo plazo, y cuándo todo el mundo a tu alrededor da por hecho que ya los has logrado, incluso con creces, tú aún estás buscando eso que te falta para alcanzarlos, eso que todo el mundo sabe lo que es, pero nadie lo ha visto nunca. Bueno, de hecho no creo que nadie lo vea nunca, porque si algo tiene, es que es intangible.

Intangible y hasta no sé qué punto creado a propósito por la parte más cabrona y autodestructiva de nosotros mismos, nuestro inconsciente. Supongo que es un modo de mantener esa auto exigencia que nos hace estar siempre en guardia. Esa auto exigencia que a veces no nos permite ni disfrutar de las cosas que nos vienen o incluso las que encontramos después de buscar (sin antes perdernos unas cuántas veces) pero que hace que siempre estemos deseosos de algo más, algo que no sabemos que es, ni por qué lo queremos, ni, en cierto modo, si lo queremos. Pero ahí está, acechándonos a la mínima de cambio, ya sea con un Gintonic, un cigarrillo o al meternos en la cama antes de acostarnos.

A veces, y en especial últimamente, me pregunto si es normal e incluso sano pensar tanto. Podríamos quedarnos en la piel de las cosas, saber lo que nos gusta y lo que no y conformarnos con eso. Pero no, hemos comprobado que no podemos, de hecho no sabemos del todo qué nos gusta, o qué no, porque siempre tendremos el “¿por qué no?”. Y eso es lo que complica las cosas. Pero joder, que morboso es el “¿por qué no?”, ¿verdad? Es esa salsa de la que siempre hablo, porque aunque no haya definido el sabor, sé de qué ingredientes está compuesta.

Yo diría que está hecha de curiosidad, impulsividad, ingenuidad y una gran dosis de ilusión. Hasta aquí todo pinta de color de rosas, pero ¿qué me dices de ese “algo” que siempre nos falta, incluso con las bravas con la mejor salsa de toda la ciudad? Llamémosle X. Bueno, de hecho, no. Llamémosle miedo. Cinco letras con un gran potencial para amargarte la vida, o frenártela, aún peor.

Es fácil huir por miedo, es fácil pasarle la pelota del “¿por qué no?” a otros. Podemos poner innumerables excusas: no va conmigo, no es mi momento, ya… pero ahora no… pero en el momento en que tienes que buscar más de una razón por la cual no hacer algo ya has caído… y lo único que haces es excusarte.

Y ojito con quien te lleve la contraria, o el que te intente hacer barajar otras posibilidades, porque en ese preciso instante te vas a irritar cual niño pequeño y caprichoso con un ataque de histeria. Vas a alzar todas tus barreras y no vas ni a permitir que alguien se disponga a pagar el peaje para que se abra esa barrera.

En lugar de eso vas a cambiar de carril y hacer como si nunca hubieses conducido por el de la derecha, porque por ahí solo circulan los lentos. ¡Y claro! Tú no eres de esos…

Lo que no sabes, es que en el momento en que prefieres enterrar en cualquier playa lo que de verdad quieres, lo único que haces es enlentecer el trayecto, y encima circulando por el carril izquierdo. ¿Sabes lo que pasa entonces, verdad? Provocas atascos, malas caras, riñas, e incluso bocinazos, porque entorpeces el camino de los que de verdad sienten que deben ir por el carril de la izquierda. ¿También sabes cómo termina, me equivoco? En el próximo peaje todo serán malas caras de los demás conductores, y tras cinco minutos de subidón, mientras conduzcas cantando la canción que a conciencia has ido buscando por todas las emisoras de radio de tu coche pensarás…

Pues quizá sí, quizás me he refugiado en el miedo y he preferido pasar por ese tramo a toda velocidad, como si fuese algo de lo que tuviese que escapar, en lugar de darme cuenta que quizá me debería haber acoplado al próximo carril de desaceleración, y desacelerar, y parar, y dejarme sentir, porque este, o ese, es o era mi camino. Y aunque todos cojamos la misma salida, el camino que tomemos cada uno de nosotros siempre será distinto, y aunque algún “¿por qué?” nos invada forzosamente la mente debemos limitarnos a pensar… “¿Y por qué no disfrutarlo?”.

Jennifer Monterroso.
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¿QUIERES QUE TE CUENTE UN CUENTO?

Quiero que me cuentes un cuento todas las noches antes de dormir, mientras acurrucados, las estrellas desde su infinita morada nos observan en nuestro pequeño nido.

Cuéntame un cuento en el que no haya reyes y reinas, princesas y príncipes, brujas malvadas y caballeros andantes. Cuéntame un cuento de personas honorables, luchadoras y optimistas que cada día dan lo mejor de sí para que su mundo sea más próspero y hermoso. En el que prime la paz y la bondad, el respeto y la comunicación reposada y constructiva.

Cuéntame un cuento en el que no haya hambre ni guerras, ni ricos ni pobres, donde todos tengan de todo y se conformen con lo que tienen. Donde se comparta con el prójimo por el simple placer de dar sin esperar recibir nada a cambio.  Donde las armas no existan, donde el mal no resida en el corazón de nadie.

Cuéntame un cuento en el que la madre tierra nos agradezca lo bien que la cuidamos, donde las basuras de los hombres no se alcen en los mares y en las praderas, donde respiremos aire puro y limpio que nos llene los pulmones de savia fresca. Donde un brillante cielo azul nos dé siempre los buenos días.

Cuéntame un cuento en el que los que marcan nuestros pasos al son de las leyes sean inteligentes y humildes, generosos y conscientes de los problemas que surjan. Que sean del pueblo y trabajen por y para el pueblo en pos de la verdad y la honestidad. Personas que solo tengan los bolsillos llenos de buenas ideas y grandes intenciones.

Cuéntame un cuento en el que todos los niños tengan infancia. Donde el juego, la libertad y su derecho a ser niño sea lo único que importe. Donde su sonrisa sea permanente porque aprenden lo maravillosa que es la vida, porque están plenos de amor y de alimento, porque no sufren desgracia alguna y porque sus padres están a su lado, cogiéndolos de la mano para enseñarles el camino a seguir.

Cuéntame un cuento en el que nadie enferme y nos muramos solo de viejos cuando superemos las tres cifras. En el que solo existan hospitales para traer al mundo nuevas vidas y curar todo lo que nos ocurra. Donde vacunas, tratamientos y terapias no sean un lujo sino algo rutinario y fácil de conseguir. Donde nadie se tenga que preocupar por su salud en detrimento de preocuparse por disfrutar de la vida.

Cuéntame un cuento en el que todos se sientan valorados y realizados. Donde hagan aquello que les guste y después de haberse formado, tengan oportunidad de poder llevarlo a cabo. Donde jefes y empleados remen al mismo son, teniendo como único objetivo el bienestar de ambos. Donde levantarse por la mañana para ir a trabajar sea motivo de alegría y donde esa alegría no le falte a nadie.  

Cuéntame un cuento en el que nadie viva en la calle. En el que todos tengan techo donde refugiarse del calor y del frío, del sol y las tormentas. Donde nadie pueda echar a nadie de su casa y en el que todos tengan un hogar en el que formar una familia, soñar con el futuro y crear una vida en común.

¿Vas a contarme todas las noches un cuento así?

Sí, si quieres lo haré.

¿Y cómo lo vas a llamar?


Utopía… lo llamaré utopía. 

María de las Nieves Fernández,
autora de "Los ojos del misterio" (Falsaria).
@Marynfc
http://elmundodelosojosdelmisterio.blogspot.com.es/

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CON ALAS DE PESTAÑA

Ha entrado sola. La yema de uno de sus dedos índices, saciada de desgana y fastidio, pulsa el botón de Planta Baja. Justo en el momento en que los brazos metálicos se han juntado y la correa eléctrica tosía su rutinario y brusco ruido de descenso, le ha parecido oír a lo lejos un “¡Espere!”. Pero le da igual.  No le apetece compartir con nadie un diminuto viaje de 50 segundos dentro de un espacio en que el idéntico y escaso aire nace y muere en su cuello.  Ni siquiera le apetecía compartirse con ella misma. Su chispa se había apagado hace muchos meses y con ello su atención. No se estaba dando cuenta que llevaba desde el piso 14 al 11 reflejándose frente al espejo. Se miraba. O más bien parecía mirarse. Ella no era capaz de advertirlo pero, pese a que llevaba un largo tiempo empeñada en dejar de cuidarse, aún le quedaban varios kilogramos de belleza en su rostro de piel parda y ojos verdes insultantes, escudados por largas pestañas. También su figura seguía manteniendo todas las curvas en sus ángulos y equilibrios perfectos para ser definida, con todo merecimiento, como una musa urbana por un amplio abanico varonil.

Él espera. No solía hacerlo en sus orígenes de rebeldía, pero desde hace toda una etapa restaurada sí. Espera. Y no solo espera, sino que lo hace sonriente mirando hacia arriba -siempre hacia arriba- el panel luminoso que descuenta números hasta la planta baja...13, 12, 11... Aprendió al fin las virtudes de la paciencia. Ahora aguardaba con los músculos de todo el cuerpo relajados pero más vivos que nunca. En su mente preparaba con inercia todo un nido de estímulos que le hacían crecer.  Planta 8, 7,... Al fin sentía su propia metamorfosis que le hacía ganar en la vida a la vez que maldecía el tiempo perdido. Fueron muchos años de enojos, de cábalas y de insultos. Había lesionado más de mil corazones desde que la impaciencia y las trampas combinaban el veneno diario por sus venas en su tiempo lozano. Pero todo ese veneno terminó de un plumazo tras perder a todos y no encontrarse a sí mismo por su insana afición de crear atajos a la vida. Por suerte lo advirtió a tiempo. Y a su mente cada vez más despierta y heroica se sumaban sus ojos color chocolate y su cuerpo esbelto que seguían configurando todo un atractivo y varios tickets de rifa para un nuevo mercado femenino incapaz de conocer su ayer enfangado. Es por eso que mientras espera, en sus mejillas revividas aún se huelen los últimos átomos resistentes del perfume de la dueña de sus besos después del café del desayuno. Será también la propietaria de su primer mimo nocturno.

Planta 4...3...Y bajando, como bajaba ella a la vida abatida después de haber perdido el apetito de la cima y de las nubes. En su retina siente el roce irritante de los recuerdos tóxicos. Y ahora es consciente de su mano sudorosa que conduce el calor amargo súbitamente por el resto de su cuerpo. Desea pulsar el botón de STOP mientras la pantalla luminosa de la tableta de números muestra el 2 con la flecha indicadora hacia abajo. Pero... ¿Para qué pulsarlo? Ni siquiera lo sabía... Lo que antaño era claro y diáfano ahora es difuso y opaco. El aire no llega en un mundo a pasos cambiados...

 El sonido de la correa muere tras una leve nota metálica que certifica su llegada a la planta baja. Las puertas se abren. Él llevaba mucho tiempo realizándolo sin esfuerzo. Ella se dio cuenta en milésimas que había olvidado ese pequeño gesto desde que decidió abandonar su camino vital de colores para encontrar un acantilado gris donde caer poco a poco. También recordó que ese gesto le daba un micro-placer que sumados todos a lo largo del día, de los meses y de los años, le otorgaba un arsenal de placeres imbatible.
Y ocurrió. Verdosas en ella, castañas en él, las aperturas de los iris convergieron a pasos cambiados. La medición de la intensidad fue igual de imposible de realizar que la del escaso instante de tiempo en que ambos se destellaron.

-”Perdona. Olvidé...”

Pero ya eran dos los segundos que llevaba la correa emitiendo ahora su ruido de subida y el espejo conversaba  brillando de sonrisa con su nuevo inquilino que, más que subir hacia su imponente despacho, volaba acariciando la textura de las nubes blancas hacia su nueva y ganada vida.


Ella volvía a recordarlo. Para empezar a volar debía volver a impulsarse sobre la suela de su mirada...Poco a poco...Con hierba nueva y esperanza. Con un sencillo gesto. Como es la vida. Y con alas de pestaña.  

Daniel Arrébola.
@apetececine
http://apetececine.wordpress.com/
 
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