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LA HIJA DEL CAPITÁN GROC - VÍCTOR AMELA

Podría ser menos directa pero no ha habido en mi historial de lectura un libro más insufrible. Lo he terminado de leer porque tenía que hacer la crítica, que si no lo hubiese dejado en las primeras páginas. Te cuesta leer, te pierdes a cada párrafo debido a su exceso descriptivo, explica cada parentesco de cada personaje, cada término como si fuese un diccionario (lo que no es necesario para la historia), y tiene un lenguaje para mí demasiado pedante. Vale que está ambientada a principio siglo XIX pero una cosa es cuando hablan los personajes se adapte a la época y otra es cuando lo hace el narrador, o describe la escena. Por no decir que, a mi parecer, cuenta una serie de hechos que no te hacen avanzar en la trama sino que sólo sirven para rellenar páginas. Una historieta tras otra que no te aporta nada más que cansarte en la lectura. Es verdad que a medida que avanza el libro el lenguaje se vuelve más relajado, o puede que ya te hayas acostumbrado a su lectura, pero se hace un pelín más ameno.

«Racimos de estrellas nimban con tenue luz la pared de piedra seca que ciñe la senda».

El libro nos cuenta la historia de Tomás Penarrocha, al que todos llaman Groc por el color pajizo de su pelo. Él es carlista y sigue defendiendo sus ideales de patria, dios y rey a pesar de que la pequeña Isabel II reina en España y con ella llega una nueva Constitución. Escondido en cuevas y bosques intenta reorganizar el ejército carlista pasa así volver a luchar contra los liberales tras la guerra de siete años. Personajes históricos - el mismo autor es descendiente directo de uno de ellos - que nos van mostrando lealtades, venganzas, enamoramientos, traiciones… Todo lo que produce una guerra, y cómo de brutales y despiadados nos podemos volver. Nos deja ver las crueldades cometidas tanto por unos como por otros, y cómo las lealtades van y vienen según desde dónde sople el aire, aunque sigue habiendo personas dispuestas a morir por sus ideales. Entre medias aparece una trama de un suizo en busca de un tesoro masónico perdido y escondido por tierras de Forcall. Concluye reflexionando de qué vale tanto sufrimiento, tantas muertes de amigos, tantas penurias de las familias.

Destacable el papel de todas las mujeres. Desde la mujer del Groc, como su hija Manuela, pasando por Valeria y cada una de las mujeres de las masías, trabajadoras, luchadoras, fuertes, leales a su familia y con personalidad.

La hija del capitán Groc ha sido galardonada con el premio Ramón LLul entregado por la editorial Planeta a las obras escritas íntegramente en catalán. Víctor Amela, (Barcelona, 30 de septiembre de 1960), estudió periodismo en la UAB y derecho a la Universidad de Barcelona. Se licenció en periodismo en 1984 y entró como becario en La Vanguardia. Fue profesor en la Universidad de Barcelona y actualmente participa en varios medios de comunicación, cocreador de la sección La contra de La Vanguardia, donde ha publicado más de 1.800 entrevistas en 15 años.

A lo largo de su carrera se le han concedido diferentes premios como los de La Asociación de prensa de Madrid, Protagonistas, Ángel de bronce de la comunicación….

Tiene varios libros publicados , entre ellos: La hija del capitán Groc (2016), El cátaro imperfecto / El càtar imperfecte (2013) , Casi todos mis secretos / Tots els meus secrets, o gairebé (2012), 333 vitamines per a l'ànima (2012) (con Roser Amills)…

Ángeles Martín.
@mangmartin


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EL ABUELO QUE SALTÓ POR LA VENTANA Y SE LARGÓ - JONAS JONASSON

No cabe duda que Jonas Jonasson se ha hecho un hueco como escritor best seller en este país. Desde El abuelo que saltó por la ventana y se largó a su último éxito, El matón que soñaba con un lugar en el paraíso, me he hastiado de ver sus libros en todos los expositores, en las listas de los mejores vendidos en Sant Jordi… Donde piqué y me compré precisamente la novela del Abuelo, publicada por Salamandra. No soy alguien que se deje llevar por el calificativo best seller porque a menudo pienso que es un título totalmente injusto, y todos los best sellers que he leído no me han parecido merecedores. Esta novela de Jonas Jonasson no ha sido la excepción.

Lo mejor de esta novela es el título, y quizás también es lo peor, porque crea expectativas falsas, me explico: Un abuelo que saltó por la ventana y se largó. Y en la contraportada, una crítica de la Vanguardia dice que la historia «reivindica el placer de vivir». Yo me esperaba, creo, mucha más poesía. Filosofía sobre la vida, sobre cómo a veces no vivimos lo suficiente. Me esperaba introspección de un viejo de cien años que se replantea su vida y decide huir y, en cambio, me encuentro con una historia sobre un viejo que roba una maleta y se ve perseguido por un grupo de delincuentes, va conociendo a gente que lo ayuda mientras se explica su pasado. Pero vamos por partes.

El presente de Allan Karlsson (el abuelo) es que, básicamente, al huir roba una maleta que contiene mucho dinero de un mafioso. Los mafiosos lo persiguen y él va encontrando desconocidos que lo ayudan a escapar, uniéndose a su grupo. Como he dicho, se intercala aquí la historia del pasado de Allan, experto en dinamitar todo tipo de objetos, y acaba por ayudar a todos los gobiernos, dando la vuelta al mundo, conociendo a Harry Truman, Mao Tse-sung, Stalin, Franco… La gracia es que Allan es un personaje apolítico, de forma que únicamente le interesa que lo inviten a un trago. Y como el aguardiente parece ser el leitmotiv de la novela, me he quedado con la sensación de que era su único móvil para hacer cualquier cosa. Me ha parecido un viejo borracho cuyo único placer en la vida es beber, y a cambio, quizá revele a Stalin cómo construir la bomba atómica.

En mi libreta de pros y contras escribí «personajes graciosos», porque los personajes con los que Allan se va encontrando son, cuanto menos, particulares. Pero hay tanta falta de introspección en cualquiera de ellos que al final se acaban aborreciendo y resultan previsibles. Además, Allan Karlsson me recuerda a Saleem Sinai de Hijos de Medianoche (Salman Rushdie): un personaje que se encuentra en medio de sucesos políticos de los cuales resulta ser el centro. Pero la gracia de Saleem es que es un egocéntrico narcisista que cree que todos los eventos políticos han sucedido por su gracia divina, en cambio, Allan está en el centro de esta historia como por casualidad, funcionando en ella, como he dicho, a cambio de aguardiente. También me ha recordado un poco a la escena de Forrest Gump donde Forrest va corriendo por todo América y se hace una celebridad sin saberlo. Allan podría haber sido un personaje tan o más anecdótico que Gump, pero el autor ha escogido que sea sólo un abuelo que ha estado sesenta años viajando por el mundo. Allan no tiene ideologías, no tiene inquietudes. Supongo que esa es la gracia del personaje. Pero entonces, ese personaje no es nada. Para mí, este personaje es el móvil de la historia, pero en todo caso, la historia nunca llega a ser su móvil. (Esto ha quedado un poco abstracto. No sé si me entenderéis).

Además, el estilo en el que está narrado me ha molestado sumamente. Ante todo, parece ser que Jonasson fue durante muchos años productor de televisión, hasta que lo decidió dejar y escribir esta novela. Eso explica muchas cosas, porque, aunque admito que es una novela ágil de leer, está casi toda escrito en estilo indirecto y demasiado “cinematográficamente”. Con esto último me refiero a los saltos de escena, como se haría en una película: un diálogo que acaba con un «¡coño!» y salto de escena y vemos al comisario que los persigue en el coche atendiendo una llamada. No es que este estilo me moleste mucho, supongo que es el estilo del autor, y así además puede dejarte en un par o tres de cliffhangers. Pero yo leo un libro para que tenga una narrativa. Si quiero leerme una película, puedo ir al cine. Creo que la adaptación de la película me gustará más que el libro en sí por esta misma razón. En un libro, no busco este estilo. En un libro, en una novela, quiero todo lo que en una película no se me puede contar: sentimientos, pensamientos, monólogos interiores. Ese es mi gusto. Claramente, El Abuelo no lo tiene. Y por eso no me gusta. Siguiendo con la línea de este estilo, debo remarcar algo que casi me hace cerrar el libro y no lo vuelva a leer nunca más de los jamases. Y es que prefiero que un libro sea corto a que haya paja. “Paja” puede significar que se explican anécdotas totalmente irrelevantes para el desarrollo de la novela y personajes (en el libro encuentro unas cuantas, aunque no me molesta en exceso, porque las anécdotas me gustan si están bien narradas), o que hay frases que, directamente, no aportan nada a la novela. Y de esto último, El Abuelo está plagado. Aquí un ejemplo: Se han quedado a dormir a casa de una señora que les ha dado cobijo. Ésta les deja el desayuno en la mesa. Allan se despierta y baja a la cocina, donde sus compañeros Julius y Benny ya están comiendo. La frase en cuestión dice: «Allan dio los buenos días y recibió la misma respuesta». Si, como autor, piensas que es extremadamente importante que yo sepa que uno, Allan da los buenos días y dos, le responden que buenos días, ponlo en diálogo. Porque esta frase en sentido indirecto (ya os he dicho que iba en la línea del estilo) para mí es totalmente superflua. Pero la frase sigue: «A continuación, Julius dijo que debían hablar sobre…». “A continuación” no es un conector que en una novela me guste leer, pero es que aquí encima me da la sensación que se pone como si los buenos días de Allan hubiesen tenido alguna función, alguna importancia al argumento. No me interesa si Allan ha dado los buenos días o no, y menos, si ellos le han contestado. Que dé o no los buenos días no aporta nada a la novela. Este sentimiento de frustración y de estupefacción es el que he tenido durante casi toda la lectura.

«Agilidad, ironía y una trama delirante que no da tregua al lector», dice el ABC Cultural en la contraportada. Agilidad a cambio de poca introspección. Ironía si te hace gracia que el protagonista sólo pida aguardiente cuando conoce a todos los otros personajes, y una trama delirante que a veces me parece demasiado irreal, demasiado anecdótica, y cuyo contenido irrelevante me da tregua para pensar que, definitivamente, no voy a repetir con Jonas Jonasson.

Andrea Rovira. 
@andreaishere

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HOMBRES DESNUDOS - ALICIA GIMÉNEZ BARTLETT

Os sitúo. Por cuestiones personales se da la circunstancia que muchos fines de semana los paso en Vinaròs, un pequeño pueblo de la costa de la Comunidad Valenciana, al lado de la frontera con Cataluña. Un día de Noviembre había la presentación del libro mencionado, Hombres Desnudos, ya que, se ve, Alicia Giménez Bartlett también por cuestiones personales hace mucha vida en Vinaròs. Fui a la presentación, y me asombró ver que una Premio Planeta fuera una persona normal y corriente, y, además, divertida. Me regalaron el libro de Hombres Desnudos, pero confieso que, de primeras, no me atraía mucho: me cuesta leer literatura contemporánea, y más en castellano. Pero, seis meses después, me lo he leído. Y esto es lo que pienso de él:

(Antes de todo, un pequeño 'disclaimer': Para decir si un libro me ha gustado o no, me baso en lo que me acuerdo de él transcurridas unas semanas de la lectura. Si recuerdo de qué iba con precisión, si me vienen a la cabeza momentos que me sorprendieron, es que el autor se merece mi aprobación. Alicia Giménez Bartlett, entonces, felicidades: estás más que aprobada).

El argumento me parece innovador: la crisis económica es la gran protagonista, y es la que marca la felicidad de los personajes, sus relaciones, todo. Es la reina de la historia, y eso me gusta porque en la realidad también es así. En esta puñentera realidad hay cuatro voces: la de Irene, niña de papá cuyo marido ha dejado plantada para irse con otra más joven y cuya empresa se va al garete, Javier, profesor de literatura en el paro, Iván, un hombre de calle, que sabe cómo apañárselas solo en la vida y Genoveva, una pija (digo una pija y nada más porque éste personaje es el que menos voz en la novela tiene). Estos cuatro narradores se mezclan y se entrelazan para conferir a la novela nuevas perspectivas sobre la historia, de modo que no hay ningún narrador omnisciente, pero el lector acaba por serlo. Este punto me parece peligroso: evidentemente, hay que hacer sentir al lector que está entendiendo lo que sucede, pero a la vez, utilizando esta técnica de las cuatro voces mezcladas, sin que estén definidas por capítulos, etcétera, Giménez-Bartlett podría haber innovado más y haber jugado con el 'unreliable narrator' (el narrador que no es de fiar, que te cuenta las cosas como él las ve, pero luego la historia en sí las desmiente y te lo revela como mentira o como un engaño por parte de este hacia el lector), o hacia el caos temporal (si son narradores diferentes, voces diferentes, ¿por qué tienen que ir en orden cronológico?), o en los monólogos interiores (cuando pensamos, no lo hacemos con puntos y comas). Aún así, aplaudo los narradores, ya que me parece que es algo nuevo y por lo que su Premio Planeta podría tambalearse: a veces hay la necesidad de que los narradores estén marcados, y no creo que tenga que ser así.

Además, este tipo de narración también hace que se conozca mucho más a los personajes que solamente con un narrador en primera persona, ya que, como la vida misma, unos te pueden conocer mejor que tú a ti mismo (lo que sucede con Javier e Iván, por ejemplo). Sin embargo, he echado de menos más introspección en el personaje de Genoveva, ya que es sólo una pija que lo pasa bien. Me hubiese gustado saber más su historia, me parece un personaje luchador y ha sabido salir del divorcio por sí misma, y sin embargo, me parece que en la historia está infravalorada. Hay que decir que Giménez-Bartlett ha dado en el clavo con sus personajes, al menos para mí: son todos horribles y ninguno te puede caer bien. Puedes llegar a simpatizar con alguno, sí, o pensar que este es «el puto amo» (como me pasó con Iván), pero no desearás nunca que sean tus amigos. Y esto me parece muy bien depende del tipo de libro que leo: en éste libro, creo que lo que menos busca la autora es identificación con los personajes (que no con sus situaciones), porque creo (creo) que lo que busca es hacer una despiadada crítica a la sociedad, y para mí, no puede haber crítica despiadada con identificación, porque si te identificas, acabas simpatizando y no puedes criticarlo con todo su poderío. Al menos yo he tenido esta sensación con Hombres Desnudos, y si ésa era la intención de la autora, bravo.

A parte del poco aprovechamiento de los narradores, hay otra cosa que me chirría en el libro: el final. No, no os preocupéis, no voy a haceros un 'spoiler': pero es increíble. Y no en el buen sentido. Creo que la autora peca tanto de querer hacer un final sorprendente y que subraye lo peor que llevamos dentro que me parece un sinsentido y sin justificación alguna. Claro que sería ese personaje el que lo debía hacer, eso sí, pero después de cuatrocientas páginas me resulta un poco fuera de lugar que lo haga.

Pero no voy a decir nada más, porque si hacéis caso a mi recomendación y os lo leéis (sí, al fin y al cabo, lo recomiendo) no os quiero condicionar con mi reseña.

No he leído los otros finalistas del Premio Planeta, por tanto, sólo puedo decir que es un muy buen libro. Innovador en el tema, poco innovador en lo otro: creo que en ciertos motivos se le podía sacar más chicha, pero como está ahora consigue un buen balance entre innovador y académico, y quizás es lo que busca el Premio Planeta. Para mí, sin embargo, el adjetivo “académico” ya no vale para nada.

Andrea Rovira.
@andreaishere


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EL VIEJO DEL PUENTE - ERNEST HEMINGWAY

Es inevitable que un ser sensible se estremezca ante la barbarie que desprende una guerra. Esto le sucedió a Ernest Hemingway, quien vivió desde dentro la Guerra Civil Española y consiguió sacar de ella, además de muchos traumas, lo mejor de su literatura. Parte de ello es este El viejo del puente, que publica ahora Libros del Zorro Rojo ilustrado maravillosamente por Pere Ginard.

Es irrebatible esa afirmación que tilda a la escritura como método de exorcismo de uno mismo, como vía de escape a miedos, dudas y traumas vitales. Incluso Hemingway, viéndolo desde esa misma perspectiva, confesó aquello famoso de: «mi psicoanalista es mi máquina de escribir». Es por todo ello que siempre se ha visto a Hemingway dentro de sus escritos. Esos ambientes trágicos con personajes rotos, esa soledad que emanan sus relatos es lo que se puede disfrutar – aunque parezca extraño – en El viejo del puente. Y es que en este relato, Hemingway nos lleva a plena Guerra Civil y nos sitúa junto a un anciano que lo ha tenido que dejar todo por la llegada del frente, significando ese todo sus animales. No vemos al viejo pero lo sentimos, aunque gracias a Pere Ginard y al juego que hace de fotografía en este libro sí que conseguimos verlo. Hemingway nos sacude con unas palabras que a él le ayudan a seguir viviendo. Los libros viven cuando son abiertos y Pere Ginard ha conseguido con sus ilustraciones dar vida eterna a este.

Acabando con un epílogo de Ian Gibson que nos acerca un poco más a la solitaria figura de Hemingway, El viejo del puente es toda una delicia para la vista, tanto por el contenido de sus palabras como de sus dibujos. Es una demostración clara y contundente de la afirmación que hizo el escritor americano y que podemos leer en la solapa de este libro: «la prosa es arquitectura y no decoración».

Víctor González.
@chitor5


 
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