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EPÍSTOLA A LA ÚLTIMA COLONIA


Me dirijo con el último aliento a vosotros, con la voz de mis hermanos -los humanos- me dirijo a vosotros siglos antes de encontraros...pero no de conoceros. Me dirijo a vosotros mucho antes de que existáis, a vosotros porque sé, siglos antes de encontraros, que sois la última colonia que queda en pie, la última colonia que ha sobrevivido a la masiva extinción humana, una extinción inmolada y merecida. Y entre lágrimas de anhelos y esperanzas, me dirijo a vosotros para preguntarme y preguntaros: ¿Qué nos ha llevado entre aguas alumbradas a la orilla del eclipse? ¿Por qué palpamos con nuestras manos de monstruosa realidad tal final planificado? Quizás porque se nos olvidaron por el viaje los interrogantes a fuerza de navegar entre un mar de imperativos. Ordenábamos y exclamábamos ignorando que en vez de huellas de tutelas itinerarias por el camino, nuestras pisadas aplastaban preguntas y respuestas, pues entre equipajes extraviados se encontraba el del valor de la cuestión y reflexión inherente en nuestra raza y sobre todo en nuestra alma; aunque sería igual de justo y humano responderse a sí mismo que no hay respuesta eterna que dicte firme sentencia. Es así de claro, es así de llano: convivieron preguntas y respuestas en cada mirada intercambiada, en cada mirada compartida, en cada mirada... humana y, sin embargo, no supimos encontrarlas, prefiriendo el temor al valor, prefiriendo el lodo al cielo.

Y así, me dirijo con el último aliento a vosotros, sin solución pero con esperanza. Sin órdenes, pero con sugerencias. Sin exclamaciones, pero con fundamentos de la experiencia. Con preguntas y respuestas:

-¿Qué somos los humanos?

-Somos lo que sentimos, lo que dejamos de sentir y lo que sentiremos pero también somos lo que pudimos sentir, lo que podríamos estar sintiendo y lo que podríamos llegar a sentir.

-¿Y qué sentimos?

-Sentimos mucho más de lo que imaginamos pero mucho menos de lo que podríamos llegar a sentir. Incluso podríamos sentir mucho más de lo que algún día podríamos llegar a imaginar.

-¿Por qué venimos los humanos a este mundo?

-Para sentir. Para poder imaginar lo que algún día sentimos y lo que algún día podríamos llegar a sentir. Para seguir sintiendo.

-¿Y cuál es la manera más fácil de sentir?

-Atreverse a imaginar increíble. Atreverse a sentir lo que algún día podríamos llegar a imaginar.

-¿Y qué se necesita para imaginar increíble?

-La valentía de atreverse. La valentía de soñar. La valentía de amar. La valentía... de sentir que no tuvimos y que nos ha llevado hasta el final al ser humano.

-¿Y por qué no tuvimos esa valentía?

Porque no nos preguntamos...¿Qué somos los humanos?

Atreveos a imaginar lo que nunca podríamos llegar a imaginar. Atreveos a soñar increíble. Sólo eso es lo que puede salvaros y eso es lo que nunca nos atrevimos a soñar.

A la última colonia humana. Fue tarde para respondernos pero nunca lo fue para preguntarnos.

D.A.C.
@dani3arrebola
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ABUELA



¿Recuerdas las flores de la cayena? ¿Que su interior me colocaba en la nariz y decía que era Pinocho porque me hacía ver la nariz más larga?

¿Recuerdas los libros de colorear y los 'creyones' que con mucho cuidado colocabas en un lugar especial para que cuando llegáramos los pudiéramos disfrutar?

¿Recuerdas las comidas tan sabrosas que solías preparar? Ese sabor único, esa sazón que solo la da el amor.

¿Recuerdas la innumerable cantidad de peluches y muñecos que estaban en cualquier lugar?

¿Recuerdas la radio, que siempre estaba en la misma emisora, y que cuando sonaba una canción que te gustaba comenzabas a cantar? Y el cantante siempre se equivocaba de letra porque yo te oía cantar algo totalmente diferente. Te reías, pero igual continuabas con la canción.

¿Recuerdas que en un tiempo de mi adolescencia te olvidé y casi no te visité? Por supuesto que eso no lo recuerdas, nunca pensaste que no teníamos tiempo para ti, solo que estábamos creciendo y que teníamos que vivir nuestras propias experiencias.

¿Recuerdas las charlas, las risas, los cuentos?

¿Tu esencia, tu alegría, tu espíritu vivo?

¿Tu personalidad, tan contagiosa y espontánea?

Yo lo recuerdo todo, y no quiero nunca olvidarlo. Cierro mis ojos, y te imagino como siempre, como antes. En un lugar de mi memoria, donde ya no es posible en la realidad. Una casa cálida, un amor sin igual. Un beso, un abrazo, me enseñaste tanto con tu ejemplo de abnegación. No habrás hecho grandes cosas para el mundo, no inventaste un aparato tecnológico, no planteaste una teoría científica, no construiste un edificio. Eras una persona común, al igual que muchos, al igual que yo; pero en nuestra simpleza supimos y pudimos amarnos de gran manera. Y eso para mí, siempre será algo extraordinario.

Ángelica González.
@angelicagonzalez9843
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EL AMOR HA MUERTO



El amor ha muerto, has sido tú, y él, y yo, hemos sido todos.

El amor murió el día que empezamos a describirlo con fotos perfectas de momentos finitos, en lugar de con palabras interpretadas por los ojos que las leen, el amor murió el día en que un mensaje cobró más valor que una voz, el día en que un estado civil en una red social tuvo más importancia que un 'te quiero', el día que salimos a pasear para sacarnos una foto, y no para darnos un beso a la luz de la luna. El amor murió en ese 'te amo' borracho, murió en esos celos, en las caricias interrumpidas por politonos, murió entre la frase de una canción degradante, entre el ruido de los coches y las bocinas, murió entre vasos de tubo y alcohol, entre drogas duras y dietas prometedoras de belleza, entre esquina y esquina, murió ante el odio de desconocidos que se gritan en la calle, a los pies de los niños que pelean por un juguete, murió en las lágrimas de ese joven que se derrama entre lamentos e insultos en el baño del colegio, murió bajo los apuntes que otro le tiró al suelo.

Ha muerto en las ciudades abarrotadas y en los pueblos desiertos, saltó a las vías del tren, gritos de dolor sin sonido, sin color. El amor murió en cada niño desnutrido, en cada madre que desconsolada ve a su hijo morir recién nacido, el amor murió hace tiempo entre velas aromatizadas y masajes con final feliz, entre la fiebre del sábado noche y los polvos de hada que se meten por la nariz, en cada diente de leche que cae y cada muela del juicio que nace, que aun sin juicio en la sangre resurge y rompe la inocencia, y es que la decencia ya no existe, y lo vemos cada día en la calle, en esa gente que pide dinero, mientras el paquete de tabaco que consumo para escapar cinco minutos del trabajo paga al estado que me asfixia. ¿Qué tiempo te queda para amar si no llegas a rendir cuentas al banco? ¿Que tiempo te queda para hacer el amor si cada noche te duermes agotado entre preocupaciones y facturas? Si pagas al enemigo con tu sangre, si el trabajo te esclaviza en lugar de darte medios, si la televisión se ha vuelto el tema de conversación en la cena, ese aparato que solo habla y no pregunta, esa almohada que solo escucha y no responde, y cada palabra que traga no la borra de tu mente. 

El amor era ese niño que ríe, el amor era esa carta de ternura, el amor era la pasión sobria, el amor era la puerta siempre abierta, era la tiendecita de tu barrio, era la sombra de ese árbol que cortaron para hacer una marquesina, el amor era la lata de refresco en el parque con amigos, el amor eran los juegos de cartas, era esa mano que te ayuda a levantarte cuando caes, era la tirita con dibujitos, el flotador y los manguitos, la tierra y la arena, no la consola más moderna, el amor era esa señora que sonríe, el olor a pan casero, el amor era cosa de todos, y ahora ni de dos es un 'te quiero'.

Cuando tanto se conoce, tanto se quiere, tanto se necesita y tanto duele, cuando el dinero vale más que las personas, y por dinero vives, y por dinero mueres, ni el amor reina ya en nuestros cielos, ni la belleza en nuestros huertos.

Y ya el amor ha muerto, rezad ahora por vuestros cuerpos.

Alba Ferrer.
@dihiftsukai
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IMAGÍNATE, ¿A QUIÉN NO LE HA PASADO?



Imagina que caminas con libros en la mano,
y tu mente juega ociosa ¿y tu gesto? , el desenfado.
Imagina que paseas por las calles, que ya huelen a verano,
sin embargo en tu olfato siguen los restos de la primavera
y en tu pecho aún laten varias teclas de un piano.

Imagínate feliz, abstraído o despistado,
los pájaros siguen tranquilos, los peces aún siguen nadando.
Y de pronto tu cabeza siente un frío golpe, algo metálico
que te empuja hacia el suelo, te has caído, has chocado,
ahora todo te da vueltas ¿eso a quién no le ha pasado?

Vamos, reacciona, no te quedes embobado.
Algo logra despertarte, algo que ha sonado raro,
como  cristal cuando revienta y se separa en mil pedazos.
– ¿Qué ha sido eso? – Te preguntas, –¿Qué será lo que ha pasado? –
y te acercas con temblores en las piernas, y los puños apretados.

Tienen la cara rasgada y los cuerpos boca abajo,
– ¡ qué desgracia! – gritas fuerte, - ¡Son mis libros más amados! –
Y la gente te mira como si fueses un loco, un chiflado.
Son ellos los que no entienden, son ellos los desalmados.
¡Qué sabrán ellos de cuentos y otros géneros literarios!

Tu pecho late con fuerza, galopa desenfrenado,
se deslizan por los libros perlas negras, como bichos espantados.
Son las palabras, que se han roto en el impacto.
Se descuelgan poco a poco, dejando los libros en blanco.
Ahora frases desordenadas cuentan otras historias,  nuevos hallazgos.

Y en las páginas algo brilla, el fulgor de un color claro
Ya no hay letras que contrasten, la nada las ha llenado. 
El vacío te contempla y tú te quedas pensando, 
ahora reyes y princesas, algunas brujas, algunos sapos
se pasean por tu mente y se escapan por tus manos.

Y de nuevo llenas de tinta esos libros que contaron
historias de amor, que se perdieron en un día de verano.
Ya las leíste, en tu pecho se quedaron. 
Ahora de nuevo imaginas y llenas de tinta los espacios.
Imagina, que de nuevo, caminas con libros en la mano.

Sammy.
@sarazmz

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PREGUNTAS A MI AMIGO EL TERRORISTA


¿Qué te lleva a hacer el mal? No te estoy diciendo que tengo un concepto claro del mal, o que definitivamente en este mundo podamos dividirnos entre buenos y malos, sólo te pregunto eso porque me da curiosidad tu comportamiento. Cuando te pregunto por el mal que haces, me refiero a que le estás haciendo daño a alguien más, a que deliberadamente estas enfocándo todas tus energías y todas tus fuerzas en contra de alguien. ¿Cuál es tu arma preferida? ¿Tus palabras? ¿Tus gestos? ¿Tus acciones? ¿Tu fusil cargado? Sé que debe ser difícil para ti responder eso, y tal vez no lo hagas, por eso quiero tratar de colocarme en tu lugar, en tus zapatos, pero sobre todo en la que estoy seguro que es tu arma mas letal: tu mente. ¿Cuándo decidiste lo que ibas a hacer? Te despertaste un día y simplemente dijiste: tengo ideales fuertes que defenderé a toda costa. Todos tenemos algo por lo que luchar, pero ese fue tu primer ataque; el deseo del poder; sentir que podías lograr instaurar tus ideales a toda costa. Luego, ¿Qué pensaste? Voy a buscar rodearme de gente que tenga los mismos ideales que yo y los llevaremos al extremo, a algo nunca antes visto. Ese fue tu ataque número dos: la arrogancia; sentir que podías lograrlo todo junto con otras personas iguales a ti. Después, los encontraste, te uniste a un grupo con una pasión tan desenfrenada que los llevó al extremo, y cruzaste la delgada línea entre el bien y el mal, donde ya no podías saber quién estaba en lo cierto y qué era lo correcto; los ideales que te llevaron a querer cambiar el mundo terminaron por cambiar tu mundo; ese fue tu auto-ataque: la locura. Una vez que ya estaba todo listo, y no había marcha atrás, decidieron ingeniarse un plan. Algo fuera de lo común, que le demostrara a todos que ustedes estaban en lo cierto, y que marcara un precedente para todos los que no estaban de acuerdo contigo. No logro entender cómo pudiste dormir la noche antes de ejecutar tu plan, ¿Qué te dio paz en la noche? ¿Saber que en los próximos días ibas a salir victorioso y que tu macabro plan funcionaría excelentemente y daría buenos resultados? Ese día te despertaste ansioso, no podías esperar a que llegara el momento de llevar a cabo todo lo que llevaban tanto tiempo planeando. Todo eso te llevo a disfrazarte, a portar tus armas físicas, porque las armas mentales ya las llevabas bien cargadas, y estas detonaron en tu cabeza haciéndote entrar en un juego, donde lo importante era ganar y derrotar al enemigo. Entraste a una universidad, obligaste a gente inocente a arrodillarse delante de ti y a recitar fragmentos de la base de lo que defendías, aunque ya no lo tenías muy claro, todo estaba borroso, no podías distinguir nada ni nadie, y a los que no cumplían con tus requerimientos les accionabas el gatillo, no te sentías dueño de tu cuerpo, ni de tus acciones, sólo tenías un objetivo: acabar con aquellos que no recitaran El Corán, porque eso indicaba que no eran musulmanes, y si no eran musulmanes no estaban en tu bando ganador, por lo tanto deberían ser eliminados.

Te pregunto ahora: ¿Cómo te sientes? ¿Estás avergonzado? No lo creo. Llevas en tus hombros la carga de tus principios e ideales, junto con las vidas de mucha gente inocente. Pienso que debes sentirte agobiado, o tal vez ya no sientas nada; por lo que sé de ti, has perdido la batalla. Estás involucrado en una guerra donde no hay ganadores, solo seres humanos que han perdido a un ser querido, y tú, mi amigo, que has perdido la humanidad.

Angélica González.
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TE NECESITO


- Adrián, ¿me oyes? Te estoy diciendo adiós, que esto ya está, que me voy. ¿Quieres dejar de hacer que lees ese maldito libro? ¡Estas cosas son las que han hecho que te deje! ¿No vas a decirme nada? Pues muy bien… ¡adiós! 

El portazo, signo de exclamación en la vida novelada de Adrián, fue el colofón de una relación como todas las otras que había tenido. Una relación basada en la imposibilidad de estar solos consigo mismos, en la necesidad de compartir el tiempo con alguien, de unir temores a otros, porque no se tiene el valor de enfrentarse a ellos. ¿Cómo podía haber estado tanto tiempo con alguien que no distingue un libro de un diario personal? 

Adrián comenzó a escribir tras ese hachazo del destino en forma de puerta mal cerrada. Ahora sabía que entre ella y él los separaba esa dañada puerta, pero eso no le importaba a Adrián, ya hacía demasiado tiempo que algo más fuerte y consistente había entre los dos impidiéndoles mirarse al fondo de los ojos, allí donde descansan las almas de los hombres.

Convencido, dejó fluir sus pensamientos en aquel papel encuadernado. Quería encerrarlos y olvidarse de ellos. Adrián creía que así, escribiendo lo malo en un papel, todo se quedaba allí, encerrado y olvidado. Y esto fue lo que escribió: 

«Hace un tiempo leía que si el mundo fuera todo imperfecto, eso lo convertiría en perfecto. Tiene que haber pequeñas perfecciones dentro de la imperfección, tiene que haber destellos de luz en la oscuridad, tiene que haber ráfagas de felicidad en un cielo infeliz para notar en nuestro interior que algo se está haciendo bien. Así es la vida, y ¿qué es la vida sin amor? Así es el amor, y ¿qué es el amor sino la vida? 

Es por todo ello que necesito a alguien que lo comprenda, que juegue a desafiar a lo oscuro, a lo infeliz, a la perfección imperfecta. Necesito a alguien que me cuente lo que no sé y me dé tiempo a recapacitarlo, que me deje a solas pensando sabiendo que aprovecharé ese tiempo para abrazarla sin estar conmigo. Necesito a alguien que descubra en mis ojos el color del agua que los baña y no el color de la cortina que los cubre. Necesito a alguien que entienda que la soledad no es una escapatoria sino un complemento de nuestro amor, que los libros no son un sustitutivo sino un acompañante. Porque del amor a solas nace el amor en compañía. ¿Cómo vamos a dar amor a alguien si no nos lo damos a nosotros mismos? ¿Y cómo vamos a darnos amor a nosotros mismos si cuando estamos con alguien nunca nos dejamos estar a solas? La soledad hace la compañía, como la oscuridad hace la luz, como la imperfección hace la perfección. Nada existiría sin su contrario, nadie sabría cuándo es feliz si no ha probado el amargo sabor de la infelicidad, nadie sabría que está aquí si no ha vivido durante tantos años allí. Por eso, necesito a alguien que comprenda, que sienta y que aprenda. Necesito a alguien que cuando mire observe, que cuando bese sienta, que cuando ame quiera. Que haga las cosas queriendo, que sienta las cosas sintiendo, que se mueva sonriendo. Necesito a alguien que sea el resorte que haga saltar las caras sonrisas de mi alma, que al ver sus ojos la vea a ella y cuando los cierre ya no esté, que su sonrisa sea la calma curva de un camino sinuoso hacia la sinceridad, la compañía invisible, la cogida de manos alejada. Necesito a alguien que lo sienta, como lo siento yo. O quizás esté buscando a alguien que tenga lo que yo necesito en mí y no tengo. Quizás es un círculo de gente que acabará llevándome a mí. Quizás son mis ojos los que quieren encontrarse con mis ojos, mis brazos abrazarse, mis manos sentirse. Quizás sí o quizás no, quizás tú o quizás yo. Te necesito. »

Víctor G. 
@libresdelectura

 
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