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YO VOY SOÑANDO CAMINOS - ANTONIO MACHADO

Podrías llegar a pensar que como todos los textos de Machado ya se pueden encontrar en cualquier lado, no hace falta comprar un libro donde se hayan seleccionado algunos. Un libro como este. Pero claro, tal y como se queja Antonio Rodríguez Almodóvar (que es quien los ha seleccionado, introducido y anotado), es todo un peligro y una insensatez quedarse en la superficie de cualquier cosa. Él se refiere a la obra de Machado, yo me refiero a todo. Y todo es este libro. Porque aquí encontrarás textos de Machado, pero también ilustraciones de Leticia Ruifernández, un epílogo de Julio Llamazares y las notas y la introducción comentadas, donde por ejemplo te enterarás de que el paso de Machado por Barcelona no se pudo ilustrar por culpa de la pandemia o que los derechos de la obra de Machado quedan libres este año. Y quedan libres este año y eso es más razón todavía para quedarse con aquella primera premisa, la de para qué comprar un libro que contenga algunos de los textos de su obra. ¿Por qué? Pues por lo que dice Rodríguez Almodóvar en la introducción: porque con la obra libre de derechos se pueden hacer muchas cosas y, como siempre, esas cosas se pueden hacer bien o se pueden hacer mal. El tema aquí es que ha decidido hacer algo con ella Nórdica Libros y claro, eso es un seguro de hacerlo bien. Estoy hablando de
Yo voy soñando caminos, el recorrido por textos e ilustraciones de la vida de Antonio Machado. 

Como digo, es este un recorrido por la vida de Machado siguiéndola a través de su obra. Empezamos en Sevilla y acabamos en Collioure, leemos poesía pero también prosa. Y entre medias, los Machado, Andalucía y Castilla, el amor por la educación libre y la Institución Libre de Enseñanza, la reacción contra la clase alta y la República, Leonor, Guiomar y todos esos símbolos machadianos: el mar, el agua, el río, el tren, el sueño, la infancia...

Todo esto va acompañado de las ilustraciones de alguien, Leticia Ruifernández, que no se limitó a pintar lo que vivía cuando leía a Machado viviendo en ciertos lugares, sino que los visitó, se juntó con los mayores especialistas de cada lugar, se empapó de lo que pudo mojar a Machado. Con la limitación de Barcelona, como comentaba antes, que se quedó sin pintar. Pero todo lo demás fue ilustrado y tenemos la suerte de tenerlo, como si fuera una guía de viaje por el país (los países) de Machado. En un libro que, si te fijas un poco más, encima lleva el logo que confirma su impresión y producción en España. 

Yo voy soñando caminos es un viaje estático por la vida de un hombre admirable que terminó sus días de una forma triste, vergonzosa e incluso reprochable para todos los que lo permitieron. Machado es al fin y al cabo huella imborrable de nuestra cultura y sus textos (esos que tan bien ha seleccionado Antonio Rodríguez Almodóvar) quedarán para siempre porque siempre están vigentes. Su pensamiento, ya sea dicho mediante poesía o prosa, es un pensamiento universal, eterno, imperecedero. Como ojalá lo sean algunos libros. Y uno de ellos podría ser este. Un gran regalo para estas navidades.  

Víctor González 
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LA MALA LECHE - HENAR ÁLVAREZ

La mala leche es un libro para divertirse, pero también para reflexionar y ver esas partes de la vida que no se suelen mostrar, que como se suele decir, lo que no se nombra, no existe.

Y la autora lo hace a partir de su experiencia como mujer en todas sus facetas: madre, cómica, esposa, amiga y amante, y visibilizando que las mujeres, pueden ser madres y seguir siendo mujeres, no solamente madres.

Muestra a través del humor y de una mezcla entre su experiencia personal con cosas que también han sucedido pero en su mente, teniendo la maternidad como contexto, la infravaloración que sufren las mujeres en su sector, además de hacer hincapié en su sexualidad y el deseo, mostrando cómo las mujeres pueden ser sujetos de deseo y no únicamente objetos pasivos de él, tal y como explica ella misma, mostrar que las mujeres deseamos también, que no solo nos gusta ser deseadas.

La historia de Henar, la representa su alter ego, Nani, a través de las ilustraciones de Ana Müshell, que ha plasmado a la perfección todos los momentos por los que ha ido pasando la protagonista.

Me ha encantado el estilo directo y sin ningún tipo de pudores que ha utilizado para explicar cosas cotidianas que más allá del humor, también duelen y nos preocupan continuamente, como la preocupación que sufre la protagonista por no ser la madre ni la esposa perfecta o el miedo a morir que le invade de forma continua después de dar a luz. 

Laia Vaquerizo

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RESINA - ANE RIEL

Resina es uno de esos libros que desde la primera página te deja sin palabras y te remueve por dentro, explicado con la inocencia de Liv, una niña pequeña muy inteligente y algo especial, que nos cuenta al principio de la novela cómo presenció el momento en que su padre mató a su abuela. Aquí empieza la novela, pero la historia tiene sus inicios muchos años antes del nacimiento de nuestra querida Liv. 

La novela sucede en el marco de una familia un tanto peculiar que vive en una península pequeña aislada, teniendo escaso contacto con el exterior y que viven de forma tradicional, sin consumismo y dándole usos nuevos a objetos que aparentemente ya no sirven para nada, dando así paso a una gran acumulación de objetos en la casa y en el taller. Este modo de vida favorece el contacto con la naturaleza de los protagonistas, con lo que la autora nos describe con detalle y encanto muchos elementos de la riqueza natural que rodea a la familia. 

A medida que avanzan las páginas vamos descubriendo más sobre la familia y sus lados más oscuros, tanto a través de los ojos de la pequeña Liv, como a través de las palabras que su madre, María, deja a su hija en unas cartas, dada su imposibilidad de contarle de viva voz todo lo que le explica en esas hojas. En estas vidas, a pesar de tenerse los unos a los otros, vemos los distintos tipos de soledad en las que se sumergen la protagonista y sus familiares, que les va consumiendo y transformándoles poco a poco, llegando a ser cada vez mayor la soledad a partir del momento en que deciden hacer pasar por fallecida a la pequeña Liv para evitar que nadie se entrometa en la forma en la que han decidido criarla.

Esta historia me ha hecho pensar en qué es lo normal y lo que no lo es, ya que la protagonista crece en un entorno de lo más peculiar y adquiere unas costumbres totalmente fuera de lo común, y esa es su normalidad que no es cuestionada por la niña, ya que es su propia normalidad, hasta el momento en que empieza a ver otras realidades.

Laia Vaquerizo
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EL EXTRAÑO CASO DEL DR. JEKYLL Y MR. HYDE - ROBERT LOUIS STEVENSON

En la primera editorial en la que trabajé había una mujer a la que siempre hacía caso. O, mejor dicho, a la que siempre había que hacer caso. Y no por imposición, sino porque todo lo que decía tenía peso, valía. Un día le hablé de mi costumbre de empezar el año leyendo alguno de esos libros que “en teoría” todos deberíamos leer. Empiezo el año así no porque sea un fetichista de los clásicos y piense que esta es la mejor forma de iniciarlo, sino por todo lo contrario: así ya todo solo puede ir a mejor (es broma). Total, que el día que le dije eso me expuso una teoría sobre por qué cuando te vas a poner a leer un clásico es mejor hacerlo en la edición más cuidada que encuentres (hasta ese momento, yo lo hacía en las más baratas que encontraba). No recuerdo los argumentos pero sí la idea general, y todavía la mantengo. E incluso la promuevo. Por eso es tan inevitable que normalmente acabes en manos de ciertas editoriales que tienen la “maldita” manía de hacer las cosas tan bien. Una de ellas es, claro, Libros del Zorro Rojo, y el libro en cuestión (aunque esta vez no ha sido a principios sino a finales de año), El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde. Ilustraciones a cargo de Luis Scafati. Traducción de Elvio E. Gandolfo.

No creo que haya mucho que poder contar del argumento del libro. Es ya casi (y podría quitar el casi) una metáfora que usamos todos alguna vez a lo largo de nuestra vida: la figura del otro dentro de uno mismo, las máscaras que cada uno llevamos encima, la lucha por evitar que alguno de nuestros monstruos nos invadan al completo, nuestros «gemelos polares». Aquí tenemos la obra que dio origen. No a la idea, pero sí al término, a la referencia, al lugar común.  

Es una historia breve, lo que condiciona aún más que se pueda contar poco de ella. El argumento es simple: sucede un extraño asesinato en un callejón londinense. El asesinado es una figura importante dentro del parlamento. Los pocos que han visto algo hablan de una figura extraña, encogida, retraída en sí misma, repulsiva. Dos amigos que pasean, figuras reputadas, hablan del caso y se cuentan algo relacionado a esa rara figura. Tienen un amigo en común de quien disfrutan mucho visitándolo, que últimamente se está comportando de forma peculiar. Ese amigo es Harry Jekyll.  

Utterson, uno de los paseantes, que además de amigo es el abogado que le lleva el testamento a Jekyll, empieza a preguntarse cosas. Investiga un poco. Encuentra puertas cerradas. Y al final, se topa con el pastel. ¿Que cuál es el pastel? Pues creo que ya todos lo sabemos. Pero lo mejor de todo es que aun sabiéndolo te pones a leerlo y disfrutas igual. Porque la gracia aquí está en un apellido que no es Jekyll ni Hyde, sino Stevenson. Alguien capaz de contarte una historia larguísima en el tiempo en menos de cien páginas. Breve, contundente y eterna.  

Por destacar algo que no sea todo (debería ser todo, sin olvidarnos tampoco del genio Scafati), me quedo con esa leve indagación en la religión como origen de esa dualidad, pero también en ese reconocer a través de la ficción (cómo ayuda la ficción a tratar temas importantes) que esto es solo una pincelada de algo mucho más grande, que no solo la dualidad vive en el hombre, sino más, mucho más (¿Pirandello?). El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde es un microcosmos dentro de un macrocosmos inaccesible pero inevitable para quien vive de hacerse preguntas. Es un microcosmos, un punto dentro de una gran esfera, vale; ¿pero no era eso el Aleph y lo contenía todo? 

Víctor González



 
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