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ESTALLÓ UN CORAZÓN ETERNO



Te estalló el corazón,
de tanto usarlo, te estalló en tus propias fronteras
cuando de éstas apenas tenías,
clavando banderas entre kilómetros de vida.
Te estalló el corazón y nos dejaste huérfanos de ingenio,
desabrigados de sonrisas en pleno invierno.
Te estalló el corazón sin poder siquiera sospecharlo...
Te estalló sin remedio y sin remedio nos dejaste en estallidos de dolor...

Te estalló el corazón en tus manos
que eran las de muchos,
camarada de humildes y burgueses,
aliento de paz entre coléricos.
Te estalló el corazón y con ello se extraviaron mil memorias
entre barrios rutinarios y periplos forasteros.
Te estalló el corazón alma caritativa, el cielo de los genios no podía esperar y
te estalló imposible de latir tanta sangre afirmativa.

Te estalló el corazón un domingo soleado,
hasta el mismo día, hasta el mismo tiempo, se vistió a tu medida,
entallado como eras, sereno y despejado,
tan festivo, tan dichoso,
que te estalló el corazón en tu medio cumpleaños.
Entre chispas de varitas, entre letras, entre magias inherentes
te estalló el corazón erudito, repleto de quehaceres y saberes,
te estalló colmado de instrucciones que ahora estallan sin destino.

Te estalló el corazón cuando aún faltaban muchos otros por amarte,
que del recuerdo los que nazcan querrán amar tu ejemplo.
Te estalló el corazón con tus armas aún intactas,
sin envidias ni artimañas estalló un corazón antes de tiempo.
Te estalló el corazón libre por estar comprometido a todos,
sin opción a creerlo ni olvidarte, nos dejaste desahuciados de alegrías.
Te estalló el corazón capaz de latir agua fértil entre indignos nubarrones.
Estalló un corazón eterno.

A Juan de Dios Concejero Fernández

25 de Julio de 1967-25 de Enero de 2015

Mi tío y mi padrino. Y la más buena persona que pude conocer y la más buena persona que llegaré a conocer.

Te recordaré hasta mi último estallido. Hasta que acuda a acompañarte.

D.A.C.
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PRÍNCIPE DE UNA PRINCESA DE TINTA


Solemos confundir el amor desconocido con el amor imposible sin saber que el amor imposible no existe, es una gran mentira, otra de las grandes falacias del ser humano. Llamar a un amor "imposible" es una actitud suicida, es una actitud derrotista. Rendirse antes de tiempo, tirar la toalla ante lo desconocido. Ahora entonces ¿qué significa "desconocido"? ¿Extraño? ¿Raro? ¿Algo que no da buenas sensaciones? Para nada. Algo desconocido es una persona u objeto del que no conocemos sus pequeñas características, del que conocemos lo que es muy bueno pero no de sus defectos. Conozco perfectamente esos kilómetros, ese gran obstáculo, el que hace que esta habitación se apague. Estamos a oscuras, pero ese no es ningún problema porque para amar solo se necesita una sola cosa...corazón. Ni tacto, ni vista, ni oído, ni olfato, ni gusto, ¿acaso un ciego no puede amar y ser amado? ¿Acaso un paralítico no puede amar y ser amado? ¿Acaso un sordo no puede amar y ser amado? No importan los obstáculos, no importan los kilómetros, ni las piedras en el camino ni las que nos lancen, solo importamos tú y yo, nada ni nadie más. ¿Fácil? Odio las cosas fáciles, porque para estar donde estoy nadie me regaló nada y si piensas que me voy a cansar, si piensas por un instante que tiraré la toalla...en ese mismo momento abre la puerta de tu casa y ven a recibirme. Ni fácil ni sencillo, nada de eso, lo quiero imposible, lo quiero arriesgado, lo quiero todo en contra, no quiero que nos regalen nada, que nadie nos ayude. No se trata de sufrir por amor, se trata de darnos cuenta de que esto es entre tú y yo, nadie más. Se trata de que el amor actúe, que no actúe la rutina, la comodidad, el relajarse en una relación, el perder las buenas costumbres, perder el luchar. Porque cuantas más barreras nos encontremos más lucharemos, porque esto no será una llama de amor normal y corriente, no, esto será una hoguera, una hoguera tan alta como nuestros sueños, tan brillantes como tus ojos al verme, tan dulces como el despertar contigo, tan increíble como el hecho de haber saltado todas las barreras, haber destruido la rutina. Es tarde para escribir, estoy cansado, pero mi cabeza no para de descifrarte, no para de crear un prototipo, lo más parecido a esa persona que aparece en mis sueños. Cada segundo aparece una figura distinta, ni mi cabeza, aquella que organiza mis sueños, aquella que introduce y elimina personas de ellos, aquella que se inventa tantas historias...parece ser que esta vez se le ha colado alguien, sueño tras sueño. Esta noche bésame, y entre susurros descíframe tu nombre, quítate esa máscara, arráncame la piel, déjame ciego, pero permíteme mirarte un segundo de mi vida. Esta noche pediré a mi mente que me deje ser yo el que controle la historia, esta noche espérame, allí en esa plaza donde en todos los sueños desapareces. Agárrame fuerte, porque la hora del despertar quiero verte a mi lado, que la única luz que vea sea el brillo en tus ojos. Es peligroso sacar a personas de los sueños y más si son desconocidas, pero tanto debes conocerme como para colarte en mis sueños ¿no?...Acabó el sueño pero no estabas, desperté y solo encontré el frío colchón. Fue tan real, que aún notaba tus manos frías en mi espalda. Eres producto de mi imaginación, ni siquiera existes, no tienes cara, eres una princesa de las de antes, una persona que en el mundo de hoy es improbable, no imposible, improbable. 

Pasó el tiempo y seguía escribiendo acerca de ella, buscándola, pero para mi sorpresa, aquello a lo que escribía no era una princesa, no era una persona. Se hace llamar "inspiración" aunque en los sueños de los mortales aparezca con millones de nombres. Porque la buscamos sin cesar, porque nos enseña que no existen los imposibles, que con inspiración no hay nada que se te resista, eres capaz de todo, es algo que tu cabeza no puede controlar. La mente tiene una historia para cada noche, pero la inspiración actúa para darle fantasía, para darle locura, sentimiento, improbabilidades y descontrol. Por eso los sueños son así, llenos de irregularidades, desenfocados. Más allá de los sueños creo que existe una persona así, no sé dónde, ni sé cuándo, ni sé quién, pero sé que está ahí, que esa persona de mis sueños tal vez sea real, aquella a la que escribo tal vez tenga rostro y un nombre. Porque en sueños soy un príncipe y en vida escribo a una princesa de tinta.

Borja Soto.
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GRITOS DEL PASADO


Podría haber pasado semanas tirada en la cama, atrincherada entre las sábanas, pensando en su sonrisa, en su forma de moverse el cabello. Podría haber pasado días llorando en un rincón de mi bañera, pensando en sus palabras a penas escuchadas por mí. Gritando a esos momentos que no vivimos hasta dejarme la voz y la boca entre sonidos. Nunca pudimos contar las estrellas desde nuestra nube, ni las flores, ni tirar callados al mar, ni caernos de la risa sobre la arena de la playa, ni descubrir nuestra canción o lo que odiábamos del otro. Nunca pudimos saborear los momentos que perdimos, ni las caricias que dejamos escondidas en aquel bar. Podría haber sangrado durante años tus defectos, o mis fallos, hasta haberme consumido entre nuestras mentiras, me hubiese encantado quemar nuestra suerte con la llama de esos besos que nos dimos y perdimos de vista.

¿Dónde está nuestra fuerza? Nuestra voz, nuestros deseos, el calor de nuestros cuerpos, simplemente se desvaneció, y ya es estúpido preguntar a quién le dolió más, no hay solución posible a nuestros pecados, marcados de por vida con el humo de esos cigarros que no fueron a más e incluso con los que sí.

Si solo tenía una vida quería desperdiciarla contigo, si solo tenía un alma quería vendértela a ti, si solo tenia una mente quería perderla contigo, si solo tenia una piel quería desgastarla junto a ti. Pero solo fuimos eso, cigarros consumidos a oscuras, cervezas vacías, perdiendo los papeles, el pasaporte y la cabeza, inmigrantes ilegales en corazones devastados por el sufrimiento, pulmones como bosques sin semillas para nuevos tiempos. Hasta que dejé de querer perder el tiempo contigo, y empecé a perder la paciencia.

Podría haber pasado semanas susurrando tu nombre en la cama en la que me abrazabas y me decías que me querías, pero, en lugar de eso, borré mi sonrisa y mi confianza en los demás, me desperté de ese sueño profundo de dolor, sequé las lágrimas que pusiste en mis mejillas y comencé a caminar, me prometí no dejar a nadie pasar hasta donde te dejé pasar a ti.

Alba Ferrer.
@dihiftsukai

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DISCULPA, NO PRETENDO MOLESTARTE, SOLO QUIERO BESARTE LA BOCA


Disculpa, no pretendo molestarte, 
solo quiero besarte  la boca. 
¿Y si lo hacemos mirándonos los ojos  
y quitándonos, en silencio, la ropa? 

Escúchame, si puedes no hables, 
 no importa si el tiempo se agota;
tropezarán, quizá por mis labios,
un par de palabras rotas. 

¿Apartamos, desnudos, los muebles?
¿Dejamos vacía la alcoba? 
Podemos reír en silencio, 
echemos al suelo la colcha. 

Y ahora, una vez acomodados, 
crujen, bajo nosotros, las maderas rotas,
traducen en sonidos las miradas
que nos hacen parecer idiotas.

Se disipan con sigilo las paredes, 
se descosen con ellas las sombras. 
Aprendemos, embelesados, a vivir sin aire;
olvidamos el nombre de las cosas.

La noche entra de puntillas, 
la luna nos mira celosa,
omitimos los astros, los cielos, la prosa; 
el universo se refleja en tu pupila temblorosa. 

Ahora te conozco, ahora me desbordas, 
consigues que la piel se confunda con aromas
que emanan del recuerdo 
de ese beso que planté en tu boca.

Sammy.
@sarazamz

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NI SE TE OCURRA EMPEZAR A LEER


No. No se te ocurra empezar a leer. Si todavía no has abierto un libro, quédate así. Todo irá mejor. Si crees en lo que te digo, deja de leer este texto. Si dudas, te explicaré por qué. 

No leas, porque si lees, todo aquello que veías a color se tornará una imagen turbia, sucia, incolora. No leas, porque si lees, todo será desengaño, dudas y porqués. No leas, de verdad, o te arrepentirás. 

Porque si lees, ya no habrá gente buena o gente mala, ya no habrá amigos o enemigos, queridos u odiados, amores o desamores. Ya no. Si lees, lo único que verás será el interior, único e individual, de los ojos de aquel que tengas delante. Podrás ver en él los demonios de Nietzsche, los cuervos de Poe, los cronopios de Cortázar o la soledad de Hemingway. Te lo digo porque lo he vivido. Si lees, ya no hay amada, ya no hay amor, ya no hay sentimiento. Solo hay letras, palabras, frases, cubiertas, papel y mundo. Mundo, hay otro mundo. Si lees ya no hay nadie a tu lado, están todos. Si lees ya no hay pareja contigo, hay, como mucho, dos soledades conviviendo. Si lees, tu vida es un continuo traspié diario que termina con la llegada del libro en la noche. La noche, porque todo el día es noche y la noche es noche también. Nos dicen que la muerte es noche, ellos no han leído. Porque si hubieran leído, sabrían que si lees, ya nunca más hay respuestas. Hay alegrías o hay penas, hay un jardín decorado de Azorín o las ruinas de un antiguo castillo de Beaudelaire, hay penas que ocultan sonrisas en Wilde o sonrisas que ocultan penas en Cervantes, hay fijeza en la rama del árbol con Mary Shelley y hay vuelo entre las nubes con Lorca, hay lágrimas con Jack London y carcajadas con Larra, hay esperanza en Santa Teresa, hay fatalidad en Woolf. Hay todo y hay nada, porque eso es leer. Yo no he llegado al fin de mis días, o eso creo y espero, pero lo imagino, y no puedo ver más que una cabeza rebosante de dudas, preguntándose por qué comenzaría a leer, regateando con cualquier fantoche de carretera secundaria al alba tirar a la basura todo lo que sé por la mitad de lo que no sé. Así lo imagino. Ya no es ahora, ya no es ese ahora en el que prometían unos ojos que tocan, unas bocas que miran, unos dedos que gritan. Ahora es nada, o lo es todo. Ahora es una mayúscula en la primera página o un punto al que le sigue el vacío en la página 1251. Ahora es la sonrisa de niño al coger tu primer libro o la lágrima interior al ver que ninguno llena el vacío que ellos mismos dejan. Ahora es eso y es esto. Ahora eres tú y soy yo. Ahora es Literatura. 

Víctor G.

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SILENCIO EN EL AVIÓN


Tiene respuesta para todo. Entre su reducido equipo de expedición a ÉL le llaman Profesor, con tono mayúsculo y eminente. Y en aquel momento, ese Profesor pasa por el habla silenciosa de cada una de las mentes de los presentes sin llegar a articularse en sonido. Quizá ÉL seguía teníendo una respuesta, pero esta vez nadie se atreve a despejar la incógnita. El único e intratable ruido perceptible, fundido con la tensión nutrida de temibles respiros, es el de las aisladas turbinas del motor de esa avioneta en la que siguen viajando desde poco antes de la hora de comer. El reloj marcaría ahora cerca de las cuatro de la tarde y en ese plazo de sobremesa acaba de ocurrir el lance que justifica la victoria del silencio.

La mujer lleva treinta segundos de espaldas y acuclillada. Su contorno esbelto presume una ligera posición fetal. No ha abandonado la esbelta azafata esa extraña e incómoda figura desde hace ya más de medio minuto cuando el resto del equipo se había recompuesto entre el desorden de topetazos y tropezones de maletas. Y la cuadrilla quedó recompuesta con la pereza rutinaria con la que quedan equipadas y abrigadas unas almas habituadas a los agresivos torbellinos personados por esas zonas australes. Pero no contaban con esta incierta novedad opuesta a sus rostros: la mujer lleva más de un minuto en cuclillas cargada de un mutismo espantoso. Instalada en esa embrollada posición, mantiene su carne alejada del resto de un grupo refugiado al otro extremo del cuerpo del aparato y al calor de las piernas del Profesor, que sigue en frente y en silencio contemplando a la mujer.

-¿Puede usted levantarse? - son los primeros vocablos que a ÉL, el Profesor, le salen con más espanto que entereza.

Mas la mudez mantiene abanderada a la joven mujer que sigue de espaldas al colectivo y que parece haber encerrado en su propio cuerpo cualquier indicio de emociones.

-¿¿Pero qué le pasa?? ¡¡Respóndanos!!- este último imperativo sale expulsado por la garganta de la chica más joven de la expedición pero vale para aliviar el ruego de inquietudes de todo el corro.

-Shh. Silencio.- A ÉL le sale por inercia esta respuesta con la tullida ilusión de que así, acallando al grupo, se acerca al misterio.

-Por favor. Si es capaz de entenderme, levante una mano- parcialmente aliviado ÉL por acabar de soltar la primera frase sin órdenes ni interrogantes.

Pero tras pasar otros eternos veinte segundos, el silencio se mantiene firme como la única respuesta auténtica y afectiva. Y ÉL, a pesar de su carácter combativo, está decidido a abandonar su ilusoria táctica y a darse por vencido cuando advierte que el chico más insubordinado dentro de la exquisita sublevación va a abrir la boca en un gesto que promete más toxinas que soluciones. Pero no le da tiempo:

-¿PUEDE USTED LEVANTARSE?- emite con resoplo la mujer.

Resulta imposible calcular si la emoción del momento por ver al fin roto el aterrador silencio es directamente proporcional al incremento de latidos en ese ya claustrofóbico aeroplano. Esta vez ÉL, el Profesor, frena al alumno rebelde con una mano antes de verse frenado él mismo en su siguiente construcción de vocablos, que queda del todo pisada y hundida:

-¿¿PERO QUÉ LE PASA?? ¡¡RESPÓNDANOS!!

Ahora es cuando todo el grupo, sin excepción, advierte que esa mujer, mantenida de espaldas y en su enmarañada posición, ha repetido y repite, como único escudo sin creación sobre el silencio.

-¿¿Nos está tomando el pelo??-.

-¡¡Shh!!¡¡Silencio!! - esta vez el profesor acalla con más brío y cierta rabia a su alumna más inocente y vulnerable.

-¡¡SHH. SILENCIO!! POR FAVOR. SI ES CAPAZ DE ENTENDERME LEVANTE UNA MANO. ¿¿NOS ESTÁ TOMANDO EL PELO?? ¡¡SHH, SILENCIO!!-.

El silencio ha pasado de bando con la mayor de las velocidades, que no es otra que la de la sorpresa y estupefacción. Todos ya son capaces de comprender que esa mujer, la cual sigue de espaldas y en cuclillas, repetía y repite la unión de términos escurridos por cada una de las voces. Tampoco queda ni un alma que, a pesar de la emborronada situación, no repare en que la mujer repetía y repite con mayor presteza.

Medio minuto queda registrado como el lapso aproximado de recomposición de un armamento colectivo compuesto por reserva y sigilo. Nadie abre la boca. Parece que ese mutismo es la premisa en común y dilucidada para ganar este insólito desafío. El siguiente paso es físico y lo da ÉL, un Profesor que, ahora ya sí, se ha ganado los únicos gramos de respeto y mando absoluto que le faltaban para adueñarse de la situación y comandar los movimientos. Y ahora se mueve, muy lentamente, pero se mueve y parece hacer mucho levantando una pierna y otra... Hasta que su pequeña rebelión de pateos queda culminada a escasos dos metros de la mujer.

-¿Podría usted darse la vuelta?- a ÉL, le parece que por esas cinco palabras que acaba de pronunciar caen cinco lágrimas compuestas de nervios, emoción y espanto.

Y se tiene que contener con fuerza descarada en el momento en que la mujer comienza a darse la vuelta.

El grupo entero también contiene sus alaridos para adentro. Quitando un leve colorido amarillento en sus pupilas, y cierta y visible expresión belicosa en su rostro, la mujer azafata seguía en lo físico exactamente igual que la recordaban hace un par de minutos, pero el hecho de haberse dado la vuelta atendiendo por vez primera una orden y sin pronunciar repetición alguna es demoledor en aquel instante y alturas de acontecimiento.

Segundos inmortales de miradas clavadas como una vela en el rostro opuesto. La tensión in crescendo colma un ambiente cuyos sujetos han olvidado hasta que están en pleno vuelo. El arqueo de cejas de ÉL, es cada vez menos disimulado y de manera impetuosa intenta mantener su respiración. Se decide a combatir una vez más el violento silencio:

-¿Qué te pa...?

-¿¿QUÉ TE PASA??-

Sí. La mujer ha rematado la frase antes de que ÉL la acabase. Ha hecho eso y de propina ha elevado el volumen de terror y espanto en cada rostro de la expedición y sobre todo en el de ÉL. El horror físico escupe al mental y en cada rasgo de la faz de ÉL queda certificado que por primera vez está perdiendo una partida inexplicable. Recompuesto con ilusorio pundonor ya tenía en mente su próximo disparo compuesto de pólvoras de palabras más pesimistas que esperanzadoras, pero al fin y al cabo tenía que disparar...

-QUIERO AYUDARTE-.

-”Quiero ayudarte”-.

Así es. Esta vez no ha rematado sino que se ha anticipado por completo a lo que ÉL acaba de expresar. Un alarido brota de la garganta de una de los miembros del grupo, inmóvil, petrificado en las pieles y en los sesos ante lo que desde hace poco más de cinco minutos están viviendo.

-MANTENED LA CALMA CHICOS. NO DÉIS NI UN PASO NI DIGÁIS UNA SOLA PALABRA-.

No variaba ni un sola letra ni un plumazo de la entonación: ÉL estaba pensando en eso y eso es lo que iba a decir. Ni siquiera le había dejado descargar el primer vocablo. Es justo lo que iba a exclamarle y ahora la mujer lo mira con la sonrisa de un sutil triunfo mientras ÉL, bañado en la estupefacción, se ha olvidado de respirar y de desclavar sus pupilas en aquello que fuese que le estaba ganando.

Seguramente la inacción entre ÉL y sus pupilos era la única y más coherente de sus posibilidades de respuesta cuando aquella mujer poseída abría la compuerta más cercana y se lanzaba al vuelo. La última mirada que esa mujer azafata les brindaBa se cargaba de victoria, satisfacción y júbilo. El alarido final que vivió y murió entre las nubes podría expresar muchos placeres. Probablemente expresase el de haber alcanzado su meta.

Todos sabían lo que acababa de ocurrir pero nadie sabía por qué acaba de ocurrir. Todos sabían que esa posesa mujer había primero estudiado, luego repetido y finalmente adelantado al habla y pensamientos del ser humano. Había vencido.

Y entre el compás del ruido sonoro del motor del avión, entre los músculos tensos de cada rostro que formaba ese atormentado equipo y entre las miradas fijas hacia un vacío de recuerdo, el silencio se rompía tras varios minutos de vida:

-¿Qué era Profesor?

-No lo sé...

Daniel Arrébola.
@apetececine
http://apetececine.com/
 
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