El primero de los cuentos se sitúa en una sociedad en la que todos los electrodomésticos y elementos tecnológicos funcionan con un ordenador, que limita y controla en gran medida la vida diaria de la población.
La protagonista es una refugiada que es tratada como una ciudadana de seguda. Un día se levanta y no puede hornear su pan ni poner el lavavajillas porque el sistema que lo hace funcionar ha caído, por lo que no puede cocinar ni calentar su propia comida, viéndose obligada a gastar dinero que no puede desperdiciar en comida preparada que ni siquiera le gusta.
Pero su ingenio le dice que es necesario hacer algo al respecto, y se pone manos a la obra para arreglar el problema, tanto a ella misma, como a sus vecinos, a pesar de que sea algo totalmente prohibido por el sistema.
Aparentemente el tema principal gira entorno a las tecnologías, sin embargo, el trasfondo va mucho más allá y reflexiona sobre la pobreza y la ética.
Es una sociedad que ha avanzado mucho en el ámbito tecnológico, pero que sin embargo utiliza todas esas mejoras para continuar explotando y menospreciando a aquellas personas que menos capacidad adquisitiva tienen.
El escenario de la segunda y de la tercera historia es el mismo, aunque en distintas épocas. Estados Unidos. Sin embargo, a pesar de la diferencia en cuanto al momento cronológico en el que suceden, no es difícil ver la similitud al sistema estadounidense actual.
En la segunda, el centro de debate es el racismo institucional y la doble moral. En ella unos policías apalean brutalmente a un joven negro, hasta que un super héroe interviene para defenderlo.
A lo largo de este segundo cuento se plantean cuestiones sobre el motivo por el cual el héroe ha tardado tanto en intervenir en situaciones como esa, el porqué la población aplaude la revolución cuando ocurre en países árabes, pero no en su propio país contra injusticias evidentes, y la gran complicidad con la que cuentan los agresores dentro de todo el sistema.
En la tercera historia el tema principal es la salud en países que no cuentan con un sistema de seguridad social. La historia de muchas personas que ven como seres queridos se marchitan y fallecen ante la mirada impasible de las aseguradoras, que se niegan a cubrir los gastos que salvarían la vida de sus asegurados.
Estas situaciones generan en los personajes rabia e impotencia, emociones que gestionan de la manera que consideran necesaria.
Y para finalizar, no podía faltar un escenario en el que se prevee el fin del mundo, y la manera en que una situación extrema como es esa, puede sacar lo mejor, pero sobretodo lo peor de las personas.
En todos los casos, las historias suceden en tiempos futuros, en los que la tecnología ha avanzado hasta suponer la posibilidad de mejorar las condiciones de vida de las personas.
Sin embargo, en esos escenarios futuros, los avances tecnológicos se han utilizado para prolongar y perpetuar desigualdades.
En todas estas historias se puede ver reflejada la sociedad actual, con problemas que ya existen, y problemas que se incrementarán en un futuro si nadie actúa para evitarlo.
Son cuatro historias que recomiendo por la capacidad de plantear al lector dilemas y situaciones actuales que no solemos pararnos a pensar hasta que no es demasiado tarde.
Y todavía no es demasiado tarde para poner nuestro granito de arena en favor de una sociedad más equitativa y justa.
Laia Vaquerizo