Con la tranquilidad que caracteriza a un Doctor en Letras y Premio Planeta (entre muchos otros premios) en 1987, nos recibía hace unos días Juan Eslava Galán por la presentación de su nueva novela La Segunda Guerra Mundial contada para escépticos.
Víctor González: Dicen por ahí que la Historia siempre está escrita por los vencedores para ser leída por los perdedores. ¿Qué te mueve a escribir desde la otra cara de la Historia, la que nunca nadie toca, esa intrahistoria tan de Unamuno, la de, como tú bien dices, la gente corriente que no parece hacer historia?
Juan Eslava Galán: Claro. Siempre enfocamos la historia desde el punto de vista de los reyes, las batallas, lo glamuroso en definitiva. A mí me interesa mucho la gente que la padece, aquellos que padecen las decisiones de los que están arriba: el alemán que padece las decisiones de Hitler o el ruso que de repente se ve invadido y tiene que defender su patria. Yo suelo usar la anécdota, cuando esta es significativa, para explicar las cosas de forma más clara y amena. Por ejemplo, si tengo que decir una de las causas, no la principal, de que los alemanes pierdan la guerra está en su exceso de tecnología. Como tienen muy buenos ingenieros, mejores que los aliados, empiezan a hacer armas que para ellos van a ser decisivas. Muy bien, pero la guerra se va a acabar antes de que tú tengas esas armas dispuestas. ¿Cómo pongo entonces un ejemplo que sea vistoso? Pues cojo el ejemplo del submarino más moderno, que es el U-1206, y que se hunde porque el comandante tira de la cadena del retrete y hay un fallo de válvulas.
VG: Has dicho en alguna entrevista que para ti la Primera y la Segunda Guerra Mundial son la misma guerra con un interludio entre ellas. ¿Por qué empezó todo? ¿Crees que podría haberse evitado o era algo ya incontrolable?
JE: Realmente es así, es la primera guerra con un descanso. Es muy difícil decir que se pudiera evitar. Todas las guerras se supone que se podrían evitar. En este caso, hay que tener en cuenta que Alemania no existe como tal país hasta mediados del siglo XIX, antes de ello había muchos principados alemanes, treinta y tantos. Mientras que el Reino Unido, Francia o España existen como tales desde el siglo XVI. A estos países les ha dado tiempo de hacerse con imperios coloniales, lugares de donde extraen riqueza, materias primas, etc. Alemania llega, se hace un país técnicamente muy poderoso, pero no tiene imperio colonial. Quiere tenerlo y para eso hace la Primera Guerra Mundial, precisamente para buscar conseguirlo. Le sale mal. En la Segunda Guerra Mundial ya hay dos causas. Por una parte, sigue siendo lo del imperio colonial pero ahora Hitler, en vez de buscar arrebatar los imperios coloniales de los otros países lo que piensa es invadir Rusia y hacer su imperio colonial a costa de la Unión Soviética. Y la segunda causa es que la Primera Guerra Mundial se cerró con el Tratado de Versalles que fue absolutamente abusivo para Alemania y tenían que sacarse esa espina.
VG: Ya que tenemos delante a un amante empedernido del misterio, nos gustaría que nos intentases resolver esa incógnita que todos tienen en sus cabezas de cómo un hombre de unos 30 años, sin oficio ni beneficio, de origen humilde, pintor fracasado, etc., como Hitler, pudo echarse a toda una nación convencida a sus espaldas. ¿Tanto poder tiene la oratoria?
JE: Bueno, yo creo que fue una combinación. Por una parte, él tenía unas ideas muy simples pero que se adaptaban muy bien a cierta parte más simple del pueblo alemán, la de que nosotros somos los más guapos, la raza aria, estupendos, necesitamos un imperio donde extendernos, etc. Y luego un poderoso aparato propagandístico a su servicio. Nunca lo pensamos pero toda la propaganda política moderna es una invención de Goebbels, sobre todo a través de la radio. La radio se desarrolla en los años 20 y en los 30 ya se preocupa Hitler de que en todos los hogares alemanes haya una radio. Por medio de ella él extiende sus doctrinas y discursos, y eso enfervoriza al pueblo alemán. Y luego también hace, que es lo que intento plasmar en las páginas a color, la ópera alemana. De pronto, todas las banderas alzadas y los uniformes acaban convenciendo a los alemanes. Representan una ópera de su propia grandeza, se ven representados en toda esa parafernalia, en ese teatro que lo rodea. Y todo es fruto de la propaganda de Goebbels.
VG: En el libro cargas con fuerza contra el pueblo alemán, como responsabilizándolo en cierta manera por el ascenso del fascismo. ¿Fue un fallo que cometieron en su libre decisión de voto o la simple necesidad de cambio lo que les llevó a Hitler?
JE: Es evidente que alguien hizo todas esas barbaridades, y fue el pueblo alemán. Ahora es muy fácil decir que lo hicieron los nazis y separar alemanes de nazis pero en ese momento eran la misma gente, aunque ahora ya nadie quiera ser nazi. No creo que pueda decirse que solo fue la necesidad de cambio. De pronto confiaron en ir detrás de este loco, porque estaba loco, aunque al principio no se viera, y se dejaron arrastrar a su perdición. Allí todo se hacía por el Führer, lo habían deificado. Un poco como lo que está pasando ahora y que vemos tan ridículo en Corea del Norte. Nos parece que el tipo es ridículo, y viendo ahora a Hitler en sus discursos también, pero para los alemanes en su momento él era Dios en la tierra, una especie de Jesucristo.
VG: Pones en el pedestal de personajes sangrientos y crueles a Stalin por encima de Hitler. ¿Qué es lo que mentalmente crees que diferenció a estos dos personajes?
JE: Mató a más gente. Stalin era más inteligente que Hitler. En cuanto a escrúpulos tenían los mismos, ninguno. Al principio de la guerra intentó manipular a los generales, pero cuando vio que esa manipulación era negativa, se supo mantener al margen y dejó que los generales hicieran su trabajo. Hitler no, desde un principio él interviene y los generales deben estar de acuerdo con él, que no tiene conocimientos militares específicos. Con lo cual, de tener los mejores generales, al no dejarlos operar y estar inmiscuido en su trabajo, lleva a Alemania a la derrota.
VG: Comentas también que existe un documento secreto alemán en el archivo americano donde Franco firmó la entrada de España en la guerra a favor de Alemania cuando el país estuviera un poco más recuperado de la Guerra Civil. ¿Tenemos que dar gracias a Inglaterra o a Rusia por haber distraído finalmente a Alemania de su voluntad de dominar Gibraltar?
JE: Bueno, es complejo. En última instancia Franco debe el haber sobrevivido en la Segunda Guerra Mundial a Churchill, porque en las reuniones de Potsdam, las actas están en el libro, se dice: ahora que nos hemos cargado a Hitler le toca a Franco. Y es Churchill el que dice que a Franco no le toca. ¿Por qué? Churchill, que es muy listo, ha visto que viene la Guerra Fría y le interesa que haya aquí un anticomunista, aunque sea un dictador. Si llegamos a entrar en guerra, por supuesto que cae Franco.
VG: ¿Cómo se documenta alguien que busca esos hechos peculiares y tan escondidos en la Historia?
JE: Yo no lo he tenido muy difícil, la verdad. Llevo desde que soy adolescente leyendo libros sobre las Guerras Mundiales y sobre la Guerra de España. Tengo una buena biblioteca con muchos libros llenos de anotaciones, más la memoria. Además, cada año hago un viaje a campos de batalla de esas guerras o de las guerras napoleónicas y a museos militares. Muchas de las fotos que aparecen en el libro son hechas por mí. Por tanto, la documentación ya la tenía, no he tenido que buscar mucho. Sobre las anécdotas, lo penoso es que he tenido que dejar muchas fuera por la extensión, pero te puedo asegurar que hay muchas más y muy simpáticas.
VG: Te hemos leído decir que para ti la lectura y la escritura nos permiten ensanchar la vida, porque alargarla no podemos; y que, junto con la música, la amistad y el amor, constituyen las formas de relativa felicidad. Tras tus años de experiencia, ¿crees realmente que el escritor escribe para conseguir esa felicidad o que es únicamente por la satisfacción de intentar atrapar algo inalcanzable?
JE: La felicidad siempre es relativa, claro. Siempre intentamos. Tenemos momentos de felicidad, no somos felices. A mí personalmente me hace feliz sobre todo leer, y luego secundariamente escribir. Hago lo que sé hacer y lo que me gusta, sencillamente.
VG: Conocemos del componente crítico y humorístico que tienen tus obras históricas y por ello nos gustaría saber cuál es tu objetivo al narrar esos hechos desde una perspectiva tan peculiar como es la sátira.
JE: A mí me ha pasado una cosa, yo nunca he tenido claro a lo largo de mi vida si mi vocación era de novelista o de escritor. Ahora lo que hago es que, cuando escribo un ensayo histórico, uso mis recursos como novelista y eso hace que sea muy riguroso por una parte como historiador pero por otra el novelista acerca mucho más el material al lector.
VG: ¿Qué piensa alguien con un humor tan satírico como tú sobre el terrible suceso que tuvo lugar en la redacción de la revista francesa Charlie Hebdo?
JE: Me parece que es un tema que tenemos que solventar en Occidente. Nos horroriza que de pronto el terrorismo ocurra en nuestra vecindad. Para evitar ese tipo de terrorismo no tenemos más remedio que ceder libertades. Es decir, en Occidente hemos conseguido con las democracias la libertad: libertad de prensa, tú te mueves y no te piden el carné, la policía no va a tu casa ni te vigila, etc. Entonces, para poder seguir la pista de los terroristas hace falta restringir la libertad de todos. Tenemos que dar libertad a cambio de seguridad. Ese es el gran desafío de Occidente: ¿libertad o seguridad? Si quieres mucha libertad tendrás menos seguridad y si quieres mucha seguridad tendrás menos libertad.
VG: Muchos se fascinan delante de tu figura de escritor por ser capaz de escribir tanto en tan poco tiempo. ¿Cuál es el secreto?
JE: El secreto es bastante simple. Yo trabajo ocho horas diarias, como el que está en un banco o en una oficina. En ellas leo y escribo. Hagamos la cuenta: si una persona escribe tres páginas diarias, que no es romperse la columna vertebral, te salen dos libros al año. Es decir, habría que preguntar a los que hacen un libro cada cinco años cuánto escriben al día o cada cuántos días escriben un folio.
VG: Dicen que lo que te impulsó en tu carrera editorial fue ganar el Premio Planeta en 1987. ¿Qué opinión merecen, a alguien que ha sido y es respaldado por una gran editorial como Planeta, las editoriales de nuestro país?
JE: Hombre, es un país donde no hay mucho amor por la lectura, por tanto me parecen empresas heroicas. Y luego, efectivamente, lo que es inaceptable es que habiendo tan buenos escritores como hay, yo lo sé porque soy jurado de dos premios y leo a desconocidos, no se les publique porque nadie los conoce. Y entonces nadie los lee. Es una pescadilla que se muerde la cola. ¿Cómo vas a conseguir así que te conozcan? En mi caso fue gracias al Premio Planeta, el cual me proyectó a una serie de lectores que después se han mantenido fieles. Pero eso es lo penoso de esta profesión, ver cómo romper ese hielo del principio.
VG: Con tantas palabras que debes guardar en tu cabeza por todos los libros leídos y con los años de experiencia que atestiguas, ¿cuál crees que es el futuro de la Literatura? ¿Qué se debe hacer para provocar su resurgimiento?
JE: Yo no veo un futuro malo para la Literatura. A mí me parece que se está escribiendo mejor que nunca. Lo que ocurre es que tendremos que adaptarnos a nuevas formas de comunicación. El libro en papel no va a desaparecer obviamente, pero habrá que decantarse por otro tipo de formas. Hay que adaptarse al futuro.
LIBREGUNTAS:
Libro de papel o electrónico: Papel.
Narrativa o poesía: Narrativa.
Un libro: Hombres buenos, de Pérez-Reverte.
Un poema: If, de Rudyard Kipling.
Un autor: Arturo Pérez-Reverte.
Un personaje: La Celestina.
Una cita: una de la sabiduría popular y que se puede aplicar muy bien a los políticos: “el que a sí mismo se capa, buenos cojones se deja”.
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