
Aquí nos presenta una historia ambientada en 1099 con la
ciudad de Jerusalén preparada para ser acechada por los cruzados y su población
sabiendo que la muerte está llamando a su puerta, conocedora de su inminente
destino. En este momento aparece un personaje que abrirá la mente de todo el
pueblo, un personaje que aireará esas dudas que todo ciudadano ha albergado en
su cabeza durante toda su vida, dudas que aún persisten en nuestras mentes,
dudas que nunca (¿?) nos abandonarán. Cómo si de un trovador iluminado se
tratara, el Copto, decidido a apaciguar el rebelde interior de cada uno de los
habitantes de la ciudad, se irgue como cabeza espiritual y se presenta como
artífice para la resolución de todas las dudas existenciales habidas y por
haber dentro de las removidas consciencias de los allí presentes.
Un libro en el cual se presentarán dudas acerca de la
derrota y el miedo a ella, tema al cual el Copto dará la vuelta para siempre
extraer la parte positiva, la parte a respirar de un tema que a priori siempre rechaza cualquier tipo de anhelo o
ambición. Le preguntarán acerca del amor, los prejuicios hacia él; y el Copto
responderá, pulirá tanto la palabra hasta mostrar su cara de belleza celestial,
la puridad del amor. Le preguntarán acerca de la soledad, acerca del destino,
el sexo, la ansiedad, la sabiduría, el futuro, y cuantiosos temas más. Y el
Copto siempre responderá.
Responderá hasta el punto de convencer a esas cabezas
que presiden unos cuerpos repletos de miedo a la derrota y al rechazo, esas
cabezas que saben que su fin está cerca. Responderá a unas preguntas que tanto podríamos
hacerle nosotros en estos momentos, preguntas que nunca perderán su valor, su
importancia, su vigencia. Les responderá a ellos, nos responderá a nosotros y a
todos los que vengan en un futuro. Hasta que llegue aquel día en que ellos,
nosotros, o cualquiera que vendrá, se pregunte algo que todos hemos tenido
alguna vez en la cabeza, quizás alguna más de las que deseáramos: “Pero, ¿cuál
es el sentido?” y, de repente, nos demos cuenta de que…
“Finalmente, están aquellos que comprenden que la
pregunta es una trampa: no tiene respuesta. En vez de perder tiempo en la
trampa, deciden actuar. Vuelven a la infancia, buscan en ella lo que más les
entusiasmaba y dedican su vida a hacerlo realidad”.