Alguna vez me he encontrado a mí mismo preguntándome qué necesidad tienen ciertas editoriales de, cada cierto tiempo, reeditar clásicos. No sé si ha sido con esta nueva edición de Moby Dick por parte de Navona que me he dado cuenta del porqué, pero creo que lo hacen para que, de una vez, los leamos. Yo, gracias a Navona, lo he hecho. Por fin le puedo llamar Ismael.
Uno de los propósitos de Año Nuevo que me marco año tras año es el de que el primer libro que lea sea un clásico que todavía tenga pendiente. El año pasado fue Frankenstein, el anterior Solaris y el anterior El proceso. Ya no recuerdo más. Este año debía ser Cien años de soledad (sí, todavía no he tenido el valor de empezarlo. Creo que es el miedo a que me defraude…), pero me llegó esta nueva edición de Moby Dick y no pude resistirme. Si tienes sobre tu mesa un libro de cerca de 800 páginas y letra pequeñita y aun así te mueres de ganas por empezarlo, debes hacerlo. Y eso hice.
Creo que poco se tiene que decir ya sobre lo que cuenta la gran novela de Herman Melville (a quien, por cierto, en la cubierta del libro físico le sobra una ene). Todos sabemos que lo que se narra en sus páginas es la búsqueda de un enorme y temido cachalote por parte del capitán Ahab a través de las palabras del ya famoso Ismael. Pero lo interesante aquí, como en todas las grandes obras, no es que el tema te sea nuevo, que te lo destripen o que intentes no saber nada hasta adentrarte en él, porque aquí lo que importa es el remolino en el que te introduce Ismael desde las primeras páginas; una narración envolvente y sorprendentemente moderna de la que no consigues salir hasta que el cachalote es cazado… o no.
Siempre he dicho que no soy nada amigo de los prólogos y este no va a ser el caso que me contradiga. Y es que, como ya viene siendo norma (por favor, que pongan estos prólogos a modo de epílogos por el bien del lector), el prólogo de Enrique de Hériz destripa gran parte de la gracia que tiene (o puede haber tenido, porque yo caí en la trampa de leerlo) la narración sin previos, sin unos spoilers prologados que nada bueno aportan al libro antes de su lectura pero que mucho le aportarían si se leyesen a posteriori. A pesar de ello, con una edición muy cuidada (a excepción de ese detalle en el nombre del autor, que a favor de la editorial hay que decir que en el interior ya no aparece), que ya viene siendo norma en todos los libros de Navona, es una delicia entrar en este Moby Dick.
Hace un tiempo una jefa que tuve y a quien le conté que a veces me daba pereza leer según qué clásicos me dijo algo así como: te entiendo, pero si lo vas a hacer, hazlo siempre con una edición cuidada, moderna y actualizada a los nuevos tiempos. Quizá por eso me ha gustado tanto Moby Dick. O quizá solo porque la historia que cuenta, aunque se le puedan quitar bastantes páginas de cierta pesadez a la hora de describir las técnicas balleneras, es toda una maravilla. Siempre he dicho que no soy gran amigo de los clásicos pero este, esta vez sí, me ha contradicho; como siempre hacen los libros, los buenos libros, como es este Moby Dick de Herman Melville.
Víctor González
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