AMOR, MÍO

Pintura: Lee Price

Amor, ¿dónde te escondías que no te hallaba? ¿Dónde pasabas las noches frías si no era aquí dentro de mi pecho? Todas esas oscuras horas tirada en la cama, ¿dónde te ocultabas? ¿Estabas bajo las mantas o bajo la almohada? Quizá en mi corazón no te alimentaba como la soledad en mi mente un hueco encontraba, tal vez la lluvia había calado en mi cuerpo y tristeza rebosaba de mis poros. Amor, ¿como te llamabas? No podía recordar tu nombre ni tu cara, como si hubiese borrado todas tus fotos de mi cámara y sólo oscuridad quedara. Amor, ¿por qué pensaba que me habías abandonado si estabas tras la puerta observando? Si estuviste ahí todo este tiempo sólo dilo, será nuestro secreto, dime, cuántos años en concreto estuviste espiando tras las cortinas de mi cuarto y las caras del metro, cuántos días quisiste hablarme y no pudiste, cuántos momentos pudieron ser nuestros y no fueron por mi mirada triste, y dime, ¿tú me viste cuando lloraba en la cama a oscuras y arañaba las ganas de verte? Y respóndeme con una pregunta diciendo «¿tú verme pudiste con las lágrimas en los ojos, tonta, que ciega y rota vagaste por los pasillos y los trenes, cabizbaja entre las sombras?» A lo que yo responderé si tu hiciste por hacerte notar, por sacarme de mi furia contenida y mi mirada caída. Y no respondes. Amor, que sé que hice mal, que sé que lloré de más y con menos motivo, que olvidarte fue perderte en el olvido, que caer en ese pozo no fue caída sino salto, por perderme el próximo asalto, a ver si olvidaba el árbitro verme y el juez juzgarme, que sé que no es juego ni juicio, que el juego que jugué fue la muerte y juez sólo fui yo de mi propio crimen, que se que sin testigos ni pruebas condené mis actos y me impuse yo misma el castigo, pero sólo te digo, amor, que te echaba de menos, no porque ahora sea más, sino por haber tenido menos. Pero ahora abiertos los ojos comprendo, que el frío que sentía lo tenía dentro, que las lágrimas salían bajo mi mando, que el pensamiento que llenaba mi cabeza era el miedo a no volver a verte y no el miedo a perder mi propia existencia, que bajo mi punto de vista era sólo un punto negro más en el vacío, que no me di cuenta que de la luz que yo saque por la fuerza será la luz con la que los demás brillar me vean, que ya he aprendido a golpes de fusta, que, amor, no fuiste tú quien se fue sino yo, que tuve miedo a caerme y me encerré en mis venas, sin darme cuenta de que de esa forma me quedaba sorda, y ciega. Y de pronto, de un chasquido, empecé a sentirme fuerte. Gracias, amor, por nunca haberte ido, y te pido perdón por la traición a mi misma que pude haber comedido.

Alba Ferrer.
@dihiftsukai

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