Hoy hablamos de la obra ‘El arte de irse’, de Nick Schinder, escritor y músico argentino autor de esta compilación de cuentos breves escritos por él a lo largo de 16 años, desde el 1996 al 2012.
Un título que corresponde mucho con su figura de viajante por el hecho de haber vivido entre Rosario, Buenos Aires, Londres y Barcelona; ciudades en las que los cuentos se han ido gestando.
Una obra que puede llegar a recordar a las recopilaciones de autores como Cortázar, no tanto por la temática o la estructura, sino más por ese cuento como semilla, como algo recortado, sin inicios ni finales; cuentos con la voluntad de que sea el lector el que los acabe en su mente. En este tipo de cuentos el lector no es un mero espectador de la escena, es un co-elaborador del relato. Nick Schinder busca el lector activo, aquel que al acabar el cuento lo medite, razone, le busque el sentido, su sentido. Como una semilla que crece después de acabar el relato dentro de quien lo lee. Por ese motivo se acercan tanto a la imagen cortazariana del cuento, es decir, aquellos relatos que si fuera en boxeo ganarían por KO, no por puntos. Cuentos cargados de densidad semántica, de tensión narrativa, para llevar al lector a una identificación corta pero muy intensa con lo leído, con lo expresado por el autor.
En el caso de la temática o de la forma de enfocar la obra como un papel de desfogue del autor donde expresar lo sentido en ese preciso instante, podría llegar a decirse que tiene un cierto aire a ‘Esto no es un diario’ del gran sociólogo y filósofo Zygmunt Bauman. La obra como proyección de la mente del autor. Relatos, confesiones, sentimientos expresados en el papel. Breves, sencillos y austeros, pero fuertes, potentes y sorpresivos.
En definitiva, una reflexión personal por relatos convertida en obra. Pero no en mera obra, sino en un espejo donde mirarse muchos lectores, donde verse representados ya que, al fin y al cabo, todos somos humanos y las preocupaciones, miedos, ansias y alegrías tienen la misma cara para todos por igual.
Víctor G.
@libresdelectura
www.facebook.com/libresdelectura
Un título que corresponde mucho con su figura de viajante por el hecho de haber vivido entre Rosario, Buenos Aires, Londres y Barcelona; ciudades en las que los cuentos se han ido gestando.
Una obra que puede llegar a recordar a las recopilaciones de autores como Cortázar, no tanto por la temática o la estructura, sino más por ese cuento como semilla, como algo recortado, sin inicios ni finales; cuentos con la voluntad de que sea el lector el que los acabe en su mente. En este tipo de cuentos el lector no es un mero espectador de la escena, es un co-elaborador del relato. Nick Schinder busca el lector activo, aquel que al acabar el cuento lo medite, razone, le busque el sentido, su sentido. Como una semilla que crece después de acabar el relato dentro de quien lo lee. Por ese motivo se acercan tanto a la imagen cortazariana del cuento, es decir, aquellos relatos que si fuera en boxeo ganarían por KO, no por puntos. Cuentos cargados de densidad semántica, de tensión narrativa, para llevar al lector a una identificación corta pero muy intensa con lo leído, con lo expresado por el autor.
En el caso de la temática o de la forma de enfocar la obra como un papel de desfogue del autor donde expresar lo sentido en ese preciso instante, podría llegar a decirse que tiene un cierto aire a ‘Esto no es un diario’ del gran sociólogo y filósofo Zygmunt Bauman. La obra como proyección de la mente del autor. Relatos, confesiones, sentimientos expresados en el papel. Breves, sencillos y austeros, pero fuertes, potentes y sorpresivos.
En definitiva, una reflexión personal por relatos convertida en obra. Pero no en mera obra, sino en un espejo donde mirarse muchos lectores, donde verse representados ya que, al fin y al cabo, todos somos humanos y las preocupaciones, miedos, ansias y alegrías tienen la misma cara para todos por igual.
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