Muchos somos los que al oír el nombre de Nuria del Saz nos estremecemos por ser una referente de superación y éxito ante la adversidad. Adversidad para un entorno poco familiarizado con la ceguera, pero total normalidad para una mujer diez que ha sabido disfrutar de las capacidades que le ha proporcionado una discapacidad.
En efecto, hablamos de la obra de la que se ha erigido como primera presentadora de televisión ciega en España: Nuria del Saz. Una mujer que a los 14 años ya formaba parte de un equipo radiofónico en Sevilla, su ciudad natal. Una persona que ha sabido encontrar dónde estaban sus límites para superarlos con creces y dejar ‘ojipláticos’ a todos aquellos cargados de dudas frente a su persona.
En esta obra, la autora plasma en el papel a modo de diario sus experiencias vividas en los Estados Unidos, concretamente en Nueva York y Nueva Jersey. En los años que preceden a la mayoría de edad, Nuria se lanzó junto a Estela, su amiga, a la aventura de conocer durante el mes de julio una nueva cultura, gentes, religiones; en definitiva, abrir de mayor forma unos ojos de apariencia cerrada pero que escudriñan, analizan y comprenden mucho más de lo que creemos.
Mediante un estilo desordenado, la autora narra en los más de 20 capítulos que conforman la obra sus vivencias con diferentes familias que la acogieron en aquel país tan heterogéneo, avanzado y entrañable. Sin un orden aparente entre capítulos, pasamos de vivir in situ sus experiencias junto a Estela, a los desplazamientos con su hermana; o a las anécdotas con su novio Rafa, ‘Raffle’ para los americanos.
Nuria nos muestra un personaje, ella misma, que, imposibilitada para ver, no se deja acrecentar por ello y desarrolla de forma pasmosa sus demás sentidos con los que sentir la ciudad, olerla, notarla cerca y dentro de ella. Del Saz se funde en la ciudad de Nueva York, crea imaginando según las pautas de sus acompañantes. Y no podemos negarnos a leer una experiencia así. Todos aquellos que hayan visitado la ciudad de Nueva York, verán en la obra de la sevillana una ciudad sensorial más que visual, la creación de una mente que solo tiene imágenes fugaces de una memoria infantil pero que gracias a los demás sentidos construye una urbe que nada tiene que envidiar a la que aquellos que pueden ver tienen delante.
Nuria disfruta haciéndose valer, comprende sus limitaciones y explota sus cualidades. Y es por ello que la autora, al hacer referencia en el libro a la cuestión de si escogería volver a ver en un hipotético caso; afirma, sin ningún pudor, que lo más seguro es que optaría por poder ver, pero solo durante un espacio de tiempo determinado, para más tarde volver a su estado natural.
“¡Qué miopes somos a veces los seres humanos, que pensamos que una pequeña diferencia cambia la esencia de las cosas y que el carecer de un sentido imposibilita el uso y disfrute del resto! El sentido de la vista está supravalorado”.
Víctor G.
@libresdelectura
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