“Lo siento, pero no te preocupes, el tiempo todo lo cura”. Sea cual sea el número de relaciones amorosas que hayamos mantenido durante nuestras cortas vidas, lo cierto es que alguna vez hemos oído una frase de estas características. Breve, concisa, sin mucho más tacto que el de ocupar un silencio incómodo. Y decimos cortas vidas porque, en comparación a los millones de años que el universo existe, nuestra existencia no queda ni reducida a un punto en una línea que recorra todo el sistema solar. De relacionar amor y ciencia se encarga Juan Carlos Ortega, periodista que, aparte de conocerlo por sus apariciones como humorista en televisión y radio, también es un gran amante de la ciencia. Para ello, contrasta la historia de una pareja que hace poco que se han ido a vivir juntos con la ciencia. La llama del amor se apaga en el corazón de la chica, lo que ocasionará muchos disgustos, llantos y comidas de cabeza al chico.
En Cómo superar las penas de amor (Planeta), Ortega no nos desvela nada que no sepamos: el ser humano, como ser emocional, padece de amor desde sus orígenes. Pero en vez de dar cuatro trucos para olvidarnos más fácilmente de las penas y no ahogarlas en uno (o dos, o los que se desee) vasos de bebidas espirituosas o bien en un gran bol de helado de chocolate mientras vemos comedias románticas, va un paso más allá. Concretamente, viaja a sesenta años luz para visitar parajes tan desconocidos de nuestro universo como la estrella Beta Pictoris. Una distancia que, como el autor señala, no es tan grande comparada con la barbaridad de espacio del que el universo, nuestro universo, dispone. Nada tiene importancia cuando se sufre de amores excepto lo que pasa por la cabeza del propio sujeto enamorado. Y mucho menos nos fijamos en qué estará sucediendo a tantos años luz de aquí. ¿Conocemos la existencia de la mayoría de cosas que ocurren al atravesar la atmósfera terrícola? Ortega nos muestra que las cosas ahí arriba no son tan diferentes como aquí abajo, y resalta la importancia de ‘la teoría de los armarios’. Como él mismo afirma, tendemos a compartimentar diferentes realidades cuando, en realidad, todas ellas forman parte de una sola vida, la nuestra.
Una de las posibles soluciones a este mal de amores puede ser mezclar estas tres realidades –la que atañe a nuestro cuerpo, las referentes al resto del mundo y las del resto del universo– y darnos cuenta de que nuestra realidad puede ser mucho más interesante si pensamos en otros asuntos que no sean las novias o los novios. Con la ayuda de las teorías de célebres científicos como Albert Einstein o Isaac Newton, Ortega nos descubre todo un mundo fascinante de ciencia y amor, y desvela las claves de la pasión incondicional de los científicos con aquello que posee la cualidad espacial más grande de la historia: el universo. Su rutina lo hace especial para conocerlo de verdad. Nadie puede poseerlo y, sin embargo, nunca fue tan misterioso. El amor, un universo casi tan desconocido como el real, nunca fue tan idéntico a la ciencia.
Karen Montero.
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