Si hablamos de una narración desde una perspectiva infantil es inevitable dirigir nuestro pensamiento al gran cuento de Juan Rulfo, ‘Macario’. Ahora imaginemos que un cuento como ese es escrito por, por ejemplo, Leopoldo Alas ‘Clarín’. El resultado de esta interesante suma sería algo parecido a ‘Palabra de Sal’, la primera novela de Mónica Collado Cañas, ganadora del XIX Premio Vargas Llosa y publicada por Tropo Editores.
Corina, de ocho años, es la voz de la novela. Coge de la mano, con gesto suave y temeroso, a un lector que sentirá la vida del campo de finales del siglo pasado, que vivirá la pobreza y la lucha de tantas familias por subsistir golpeadas diariamente por una sociedad donde más es mejor, donde la apariencia ocupa el primer lugar en el panteón social. Corina es un alma sensible, mucho más que los demás, capaz de conectar con todo aquello que le rodea, capaz de sentir y de removerse por dentro al observar, ya sea a personas, a animales, a plantas o a cosas.
Desde el primer capítulo, la muerte se sitúa como una nube inevitable sobre la cabeza de Corina. El gancho está lanzado, tanto para ella como para el lector, y será imposible olvidarlo. La narración transcurre en caída hacia una oscuridad anunciada, siempre aderezada por las reflexiones de una niña ya con conciencia adulta que entiende el significado de todas las incógnitas que asaltaban su mente durante su infancia. El lector caminará con Corina y su mente creativa a un ritmo acelerado que será dado por frases cortas, directas y sobre todo, contundentes. Porque es la contundencia en la narración lo que impacta en el habla que Corina tiene hacia nosotros. ¿Cómo puede una niña observar la vida de ese modo? ¿Cómo puede cargar con tanto peso todo aquello que no está escrito y que solo puede leerse entre líneas?
‘Palabra de Sal’ es muchas cosas. Desde una estampa de la España rural de los ochenta con sus diferencias abismales de clases, con el anhelo burgués del campo, con el querer ser por encima del ser algo, con la semilla de la modernidad revolucionaria en la juventud; a una espiritualidad en un ambiente o atmósfera para ella desértico y sin apoyo que acaba recalando en la mente de una niña que lo ve todo sin necesidad de mirar, que lo siente todo gracias a pensar. Pensamiento es la moraleja de una novela que deja regusto a Sánchez Ferlosio, a Galdós e incluso a Cela. Pensamiento de que todo, aun siendo presentado desde un principio con destino a lo oscuro, puede resolverse con, y sobre todo gracias a, la Literatura.
Víctor G.
@chitor5
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