Estoy segura de que alguna vez has deseado ser invisible. Igual lo has querido como modo de evadir el mundo, para hacer lo que te dé la gana en general y no tener que rendir cuentas a nadie o incluso para evadir la ley, quién sabe las razones de tantas mentes y corazones que han pensado o deseado alguna vez en su vida volverse invisibles, desaparecer. Pero realmente, si se te presentase la oportunidad, ¿te harías invisible?
El protagonista de El hombre invisible, tal como augura su título, sí.
Se trata de un científico que dedica parte de su carrera a investigar y llevar a cabo un plan para hacer invisibles a la vista cosas materiales, como un cojín, una gata o a él mismo. Y lo logra (como ya podíais intuir).
Parecía una idea estupenda hasta que la llevó a cabo y tuvo que enfrentarse a su nueva realidad. Y esa nueva realidad está repleta de inconvenientes y dificultades. Uno de esos inconvenientes tiene que ver con la necesidad humana de relacionarse con su entorno, que, aunque aparentemente se crea que se puede sobrevivir sin ningún tipo de relación con las personas que nos rodean, es algo imposible y nos lo muestra el protagonista al verse continuamente con la necesidad de ayuda y de pequeñas interacciones con su entorno.
Además, se enfrenta a otro problema con el que no había contado, y es que las personas rechazamos sistemáticamente aquello que no conocemos, atacamos lo desconocido por miedo, y eso es lo que le pasa a nuestro hombre invisible, que sabe que no puede explicarle a nadie su peculiar característica, porque sería tratado como un experimento y llevado a un laboratorio para investigarlo. Puede ser visto en un principio desde un punto cómico, pensar que esas personas que no se paran a entender al protagonista son unos “paletos”, sin embargo, trayendo el fenómeno a la realidad, es muy probable que nosotros mismos actuásemos igual que esas personas que llevan a la locura al joven científico. Esto debería hacernos pensar en cómo nuestra actitud afecta a otras personas, hacernos ver que aquello que no conocemos o que nos es extraño no es malo, y que deberíamos abrir nuestra mente siempre, aprender de los demás y olvidar ese miedo que no nos deja avanzar.
A lo largo del libro podemos ver los inconvenientes de algo que aparentemente puede parecer estupendo y lleno de ventajas, a la vez que vemos la sociedad desde un punto de vista poco común, el de una persona que ve pero que no es vista, de un científico que ha visto cumplido su sueño de hacerse invisible y que posteriormente descubre que no es tan maravilloso, sufriendo en su propia persona el aislamiento y la soledad aun estando rodeado de gente, afectando tal cosa a su salud mental; todo ello acompañado de originales ilustraciones en blanco y negro que nos muestran aquello que nuestra vista puede ver y lo que no, dando rienda suelta a nuestra imaginación.
Es un libro bonito que se lee con facilidad, seguramente un clásico en una edición muy especial con ilustraciones de Luis Scafati que acompañan e ilustran muy bien la historia de Wells, que personalmente, equipararía (cada uno en su ámbito) en estilos.
Laia Vaquerizo.
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