EBRIA DE ALEGRÍA


Fan de cómo el tiempo maneja nuestras vidas, arrastraba sin miedo las horas perdidas, era una guerrera de los sueños que con los años decidió dar por perdidas las batallas y las iras, navegaba entre las sombras de la noche observando transeúntes en uno y otro bando, y a bandazos se abría paso entre personas desconocidas. De ojos castaños y sonrisa vacía, vacilaba siempre entre la puerta y la huida, mas a pesar de que nada escondía porque nada de su corazón salía, en ocasiones la emocionaban las emociones más amargas y más frías, escondida entre personas, y si ninguna de estas la veía, anotaba mentalmente penas y alegrías, era un ángel caído del paraíso de la inocencia, condenado a vagar entre la noche y el día.

En un lugar lleno de gente, cabello oscuro y mirada al frente, de un vaso de tubo bebía, mientras a los demás la música la mente ensordecía, daba unos pasos y paraba oscilante. La música que la empapaba tras saltar de los altavoces vibrantes su rumbo hasta el centro de la pista corregía, se preguntaba por qué en lugar de caras veía garabatos de lo que la gente escondía, pero continuó adelante y dejó que la música la sostuviese, que fluyera por dentro de su alma errante y lastimera, y bailó sin miedo. Copa tras copa, su necesidad de un baño crecía y tras vomitar tres vodkas y cinco tequilas mientras lavaba su cara y su maquillaje se corría se miró entrecerrando los ojos y vio que al final del túnel de sus pupilas una luz hasta sus entrañas camino se abría, ni ebria, ni sobria, jamás, volvería a aceptar que ella por dentro estaba vacía.

Alba Ferrer.
@dihiftusukai

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