A veces los tejados me hablan de nosotros. De ti y de mí.
Me susurran cosas al oído
y me dibujan aquellas sonrisas
que descubriste desde arriba,
desde donde subes cuando el mundo
se te queda pequeño y quieres escaparte.
¡Qué lindos amaneceres desde allí!
Lugares en los que perderte
(o encontrarte)
dentro de otros brazos
apretándote fuerte
mientras la lluvia
amenaza los castillos de arena
imaginados.
No existieron.
Son esos lugares,
que hacen que toquemos
los sueños de puntillas,
y entre la vigilia y el sueño
se nos confunde el alma
(o quizás se nos despierte);
y se abre un lugar
para la realidad mágica;
esa que se esconde
tras unos ojos color chocolate,
verde,
turquesa,
o de color canela,
como los que descubrí
mirándome
mientras doblaba
mis miedos
y me alejaba de allí.
Alguien me dijo
que las cosas bonitas
no pueden describirse
siempre.
Pues eso,
me pasa que
cuando no puedo,
subo arriba,
e indescriptiblemente
me llevan,
alto y lejos,
esas
sensaciones
que vienen
volando
a verme
desde aquel lugar.
Andrea Moonforce
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