Hay veces, y sobre todo si eres lector, que encuentras una frase que da sentido, cuerpo, a un pensamiento o sensación que llevabas tiempo teniendo. Leo desde hace bastantes años y al principio dedicaba mi tiempo a novelas que iba encontrando, ya fuese en librerías o por casa, sin ningún tipo de criterio. A veces me encontraba con libros geniales y al terminar de leerlos sentía la necesidad de estar unos días sin leer nada más, como si mi inconsciente o incluso el propio cuerpo me pidiera que dejara reposar lo leído, que descansara unos días para que todo lo absorbido pudiera penetrar de forma óptima. Pues bien, un tiempo después vi que en un libro hablaban del proceso de luto del lector y me di cuenta de que era eso mismo lo que había sentido en las veces anteriores. Cuando un libro te atrapa se convierte en tu amante. Piensas en él estés donde estés, cuentas los minutos para seguir leyendo, quieres avanzar a la vez que no quieres terminar. Cuando termina el libro el amante muere. Eso me pasaba antes y me sigue pasando ahora. Por eso leo.
Pues bien, hacía mucho tiempo que ya no me pasaba. No sé si porque he cambiado el tipo de libro que leo o si es simplemente porque me encuentro en otra etapa de mi vida. Debo reconocer que muchas veces medito sobre ello. Pero como me suele pasar siempre, cuando empiezo a vislumbrar una solución a alguna de mis preguntas, llega algo – normalmente un libro – y me golpea tan fuerte que destruye cualquier tipo de luz que podía tener. Eso ha hecho El péndulo de Foucualt conmigo. Tras varios días de reposo puedo decir que es la mejor novela que he leído. ¿Por qué?
Pues primero y muy importante porque ha conseguido entretenerme, pero entretenerme dentro de esa forma de locura que seguro que tú como buen lector has sentido alguna vez. De tanto leer, sé más o menos cuánto me puede durar un libro antes de empezarlo solo con tenerlo en las manos. Conseguí una edición de bolsillo (1991, de Ediciones Orbis y Editorial Lumen) de la novela de Umberto Eco, con esas páginas que parecen hechas con papel de fumar y letras minúsculas, y ya el libro tenía cerca de 600 páginas, así que no sé cuántas debe tener una edición normal. Lo cogí, decidí empezarlo e imaginé que en dos o tres semanas lo tendría leído. Me duró una. Así es cómo ya valoro si un libro es bueno o no.
En El péndulo de Foucualt, Umberto Eco nos sitúa al lado de Casaubon, un joven que nos cuenta su historia desde la elaboración de su tesis hasta la edad adulta. Con él conoceremos a Diotallevi y Belbo, los otros dos personajes que conforman el eje narrativo. Tres intelectuales ávidos de todo tema relacionado con el ocultismo a los que la vida narrativa junta para no separarlos más que lo necesario. Desde su encuentro, la novela nos sumergirá en una espiral borgiana donde el templarismo y todo lo relacionado con este a lo largo de la Historia se ofrece como tema central de la investigación de estos tres personajes. La llegada de alguien con un mensaje criptado, antiguo y secreto, provocará que estos tres amigos olviden todo para centrarse en la investigación del secreto. Desde ese momento, todo cambiará. Incluso tú.
No cuento más porque no creo que sea necesario y pienso que con lo dicho ya puede servir de guía para saber si gustará o no – que lo hará –. Es un libro complicado, que hace que necesites tener a mano un móvil, ordenador o tableta para buscar alguna de las inabarcables referencias que Eco deja en la novela. Incluso se ha publicado un diccionario solo para las referencias del libro. Pienso que si Borges se hubiera decidido por escribir una gran novela, sin ninguna duda hubiera hecho algo muy parecido a esto (¿o la misma?).
No puedo ser imparcial – aunque nunca lo sea. Tú tampoco –, y por eso creo que de mis líneas salta con energía el disfrute que he tenido leyendo la novela. Pero es que es así. He querido buscar el secreto junto a tres locos bibliófilos y he acabado como ellos. Pero por suerte, yo he cerrado el libro y he visto que nada había sido real (¿o sí?) ¿Quieres saber qué les pasa? Abre la primera página. Empieza.
Víctor González.
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