Peter Wohlleben ha vuelto tras el éxito que fue La vida secreta de los árboles, donde defendía que los árboles también sienten, se comunican y tienen mucho más parecido a nosotros de lo que creemos. Vendió miles y miles de ejemplares – e imagino que lo seguirá haciendo –, y la verdad es que lo merece. Vuelve de nuevo de la mano de Ediciones Obelisco con una obra en la que esta vez pone el ojo en los animales, en sus vidas, en sus relaciones y su forma de convivir entre ellos y nosotros. Lo he leído de la misma forma en que leí su anterior libro: rápida y apasionadamente.
Wohlleben es como el profesor favorito que todos hemos tenido de pequeños, tiene ese talento que tan pocos poseen de hacerte sentir protagonista de sus explicaciones, de sus conocimientos, incluso de sus batallitas. Con un amor hacia los animales que emana de los poros del libro, este agente forestal alemán es capaz de hacerte sentir lo que busca hacerte sentir. Parece sencillo, pero no lo es. Me explico: hay gran cantidad de obras que intentan hacer llegar al lector lo que el autor sentía al contar la historia, y pocas la consiguen. Esta sí. No sé si por mi amor a los animales y a las montañas o simplemente por mi condición de lector, yo he caído en las garras de este hombre forrado de verde, un verde que probablemente sea el mejor dinero para sentirte rico.
Cómo sienten los animales, qué conexiones establecen entre ellos, qué sentimientos comparten con nosotros, qué hacemos mal y bien para con ellos, qué podemos hacer para convivir en armonía; todas estas preguntas y muchas más son las que resuelve Wohlleben a través de una treintena de capítulos desde su despacho con vistas a una granja rodeada de bosque. Y no te pienses que todo está recargado de estudios, de notas, de nombres de universidades que desconoces; no, todo lo que se te cuenta nace de una experiencia personal que además va impulsada por algo vital y a la vez muy olvidado en cualquier empresa o proyecto: la pasión por lo que haces.
Ya he dicho que me gustan (mucho) los animales, que me gustan (también mucho) las montañas, pero de verdad pienso que no es un requisito indispensable para que este libro te enganche o, mejor dicho, te cambie. Te aseguro que verás todo distinto tras leerlo, que querrás ir corriendo al bosque y ver si es verdad lo que cuenta, que te quedarás pasmado viendo a tu perro o gato mientras te oyes decir «gracias». Y yo le digo gracias a mis animales de compañía y a los que no lo son y le doy gracias a editoriales como Obelisco por seguir confiando en el cambio para bien.
Víctor González.
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