RÍO ABAJO


Caminaba siguiendo el río, respirando aire húmedo y limpio, olía bosque, a raíces, a hojas verdes, a vida y muerte, me guiaban la corriente y la intuición, llevaba más de una hora caminando, descalza, con una camiseta blanca y un pantalón vaquero ceñido, vivía cerca de allí, y tras dedicar toda la mañana y parte de la tarde a deshacer cajas de mudanza y colocar cosas decidí salir al jardín trasero y después fue como si algo desde mi interior me gritase que fuera río abajo.

El paisaje era precioso, árboles, setas, pequeños animales correteando y huyendo de mi presencia, la luz del sol impactando en el agua, pequeñas corrientes de aire llevándose los cadáveres de hojas y flores secas.
Caminé aproximadamente dos horas, hasta que llegué a un lugar que frenó mis pasos, un prado de amapolas rojas, me resultaba excesivamente familiar, quizás un recuerdo de niñez o un sueño… Pero no pude evitarlo, me adentré entre las flores y me tumbé a disfrutar los últimos haces de luz del día, estaba atardeciendo, era un día cálido, agradable, hasta el punto en que poco a poco fui cerrando los ojos para adentrarme en los sonidos del bosque, oía pajaritos piar muy cerca de mí, probablemente en los árboles a mi izquierda, oía al sonido del agua al descender y un poco más a lo lejos, como si de una pequeña cascada se tratase, el sonido del agua golpeando contra las rocas.

Oía el viento agitando las ramas de los árboles y un grillo comenzando su serenata nocturna. Perdí el sentido del tiempo y el lugar, supongo que me perdí un poco en mi mente. No sabía cuánto tiempo había pasado pero el piar de los pájaros había cesado, todo estaba en silencio y aún tenía los ojos cerrados, mi respiración era hora más pesada, y el aire mucho más denso, abrí los ojos. La luna llena me permitía ver un poco a mi alrededor, el sol había desaparecido y una niebla tan húmeda como fría había tomado lugar, sólo podía ver eso, niebla, me rodeaba, me sentía perdida.

Comencé a moverme, casi sincronizados con los míos escuché pasos, pasos ajenos, me detuve y se detuvieron, continúe y siguieron; el corazón me iba a explotar, podía notar los latidos en todo el cuerpo, la adrenalina comenzó a tomar el control de mis patéticas y asustadas piernas, que pasaron de estar inmóviles y temblorosas a tensar todos sus músculos con la sencilla intención de echar a correr río arriba, y así lo hice, eché a correr, cegada por el pánico; pero la carrera se detuvo enseguida, entre un paso y el siguiente colisioné contra algo duro delante de mí, me caí de espaldas. La niebla era tan espesa que no hubiera podido distinguir mis manos a más de medio metro. Apoyé un codo tras mi espalda y al apoyar el otro justo delante de mí apareció un rostro, sonriente, un ojo azul y otro color miel, pelo rubio, largo, rizado; mirándome fijamente, a menos de un palmo mi nariz de la suya, las vías respiratorias, el estómago, el corazón fue como si todo eso se hiciese un nudo a la vez, me quedé sin respiración, y perdí el sentido.

Alba Ferrer.
@dihiftsukai

0 comentarios:

Publicar un comentario

 
;