CARICIAS DE PAPEL


Llevaba tanto tiempo sin verlo en persona que el sonido de su voz era un recuerdo vago en mi memoria, y su cara había quedado difuminada entre miles de caras de desconocidos y personas memorables. El olor de su cuello se había convertido en un misterio para mí, que tan presente lo había tenido meses atrás, tiempo en el que pensar en su cuello me recordaba a mis labios, y a mis ganas de besarlo, pero de besarlo sin cuidado. El tacto suave de su piel, lo extrañaba tanto, su calidez...

Solía pensar en estas cosas a menudo, en lo mucho que me faltaban sus palabras escuetas, en cuánto echaba de menos el mero placer de su presencia...

Suspiré y me abroché el pantalón, hoy al fin lo iba a ver, pero “¿qué sería de nuestra pasión?” no podía dejar de preguntarme eso, como interactuaríamos, si me miraría a los ojos o fijaría la vista en el suelo como si mi existencia lo incomodase, me preguntaba si me acariciaría la cara como antes o se limitaría a mantener las manos en los bolsillos de la chaqueta, como si quisiese que los bolsillos lo absorbieran... Eran tantas las dudas que me negué a pensar meneando la cabeza frente al espejo mientras comprobaba que el maquillaje que llevaba era lo suficientemente provocativo como para resultarle deseable pero no lo suficiente como para que me viese las ganas de desgarrarle la ropa a tres metros de distancia, el cálculo final resultó ser la combinación de unos vaqueros negros rajados a la altura de las rodillas, una camiseta no escueta en metros de tela pero si en grosor, máscara de pestañas y pintalabios rojo, el pelo negro como el carbón cayéndome por los hombros y ni rastro de base de maquillaje. Hasta donde me alcanzaba la memoria, en otros tiempos, sé que habría podido detenerse horas a contar las pecas que adornaban mis mejillas, aunque tanta adoración hubiese sido enterrada por el tiempo sin verme... Cogí el bolso y la poca dignidad que me quedaba, tras haberme cambiado de ropa cinco veces por los nervios, y fui hasta su casa en transporte público.

El silencio dentro de mi cabeza era insoportable, pero ni el sonido de la música en los cascos había conseguido que dejase de pensar, '¿me verá guapa?', '¿seguirá queriéndome?', '¿querrá besarme?', preguntas que se arremolinaban tanto en mi cabeza como en mi estomago...

Pero al fin estaba ahí, en la puerta de su casa, una casa preciosa sin duda, blanca y con laminas de piedra que adornaban las esquinas, podía oír desde la puerta los móviles de campanitas y caracolas que colgaban en la parte de atrás de la casa, junto a la piscina. Estiré el brazo como a cámara lenta y pulsé el timbre, no tardó ni dos minutos en abrirme la puerta y quedarse ahí, de pie, mirándome, sin invitarme a pasar ni con un gesto ni con una palabra, solo me miraba, tenía el pelo castaño, mojado, la camisa a medio abrochar y los jeans demasiado ajustados como para no apreciar lo tremendamente atractivo que estaba esa tarde.

Ladeó la cabeza, sonrió y me dijo:

      - Adelante, pasa. - su voz seguía siendo igual de grave y tranquila, y por la cara que creo que puse yo seguía siendo igual de tonta.

     -¡Ah!, sí, ¿dónde dejo el bolso? - dije cruzando el umbral de la puerta por el pequeño hueco que dejó entre su cuerpo y el marco.

     -Donde quieras, estoy solo.

Estaba solo, bueno, estaba conmigo, a solas... Tardamos un par de minutos en ubicarnos ambos, y acabamos por salir a fumar un cigarro feliz al jardín. Fue ahí donde ocurrió la magia, con los pies metidos en la piscina y mirándonos a los ojos, cuando me pasó el cigarro, nuestras manos se rozaron, y aun si haber fumado lo suficiente mi mundo dio un vuelco enorme.

La tarde avanzó de forma delicada y tranquila hasta que de pronto estábamos en su cuarto, con la luz tenue del atardecer entrando a través de las cortinas, él estaba apoyado contra la pared y yo a cinco centímetros de sus labios, intentando controlar el grito ahogado de emoción. Cerré los ojos y me lancé al vacío, a sus labios, le desabroché la camisa con una mano mientras con la otra le acariciaba el cuero cabelludo. Dejó de apoyarse en la pared para inclinarse hacia mí, agarré uno de los lados de la camisa y lo guié de espaldas a la cama, lo miré a los ojos y lo hice sentarse, y a partir de ahí solo recuerdo sus labios recorriendo todo mi cuerpo, sus manos aferrando mis muslos, mi espalda, solo recuerdo una espiral de sensaciones vibrantes y descontroladas.

Volví a recordar el tacto de su torso desnudo, y el sabor de su piel.

Alba Ferrer.
@dihiftsukai

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