Somos efímeros,
un momento en la eternidad;
si es que la eternidad existe
y no es mera invención,
como gran parte del mundo en el que vivimos.
Claro está que hay
quienes saben cómo escapar de tanto cuento
y escribir el suyo,
más auténtico,
sin lugar a duda.
Y, sabiendo que no se puede abrazar la eternidad,
los hay que prefieren
tener un affair con la vida.
Sí. Como los amores de verano,
que aunque llevan la fecha de caducidad
escrita en su nombre,
se pintan de mil colores y formas
y, tras revolotear
como bellas mariposas
y exprimirse
la belleza
entre las dunas
de alguna playa
desierta,
proceden a retirarse por la puerta de atrás,
para fundirse en las olas y fluir en ellas,
como fluye la vida en aquellos que se lo permiten.
Pero eso sólo les pasa a algunos,
a los que llevan el sol por dentro
y les brilla la intensidad
desde que amanecen;
los otros tienen el corazón a oscuras,
llueve dentro de ellos,
pero no limpio,
llueve barro
y siempre termina dejándolo todo perdido;
y luego
se pierden ellos
hasta perder la vida,
aunque ya estaban muertos.
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