Imagen: Víctor González. |
Víctor González: Antes de empezar a leer el libro, el lector ve en la contraportada una pregunta que dice «¿Hasta dónde estarías dispuesto a llegar para salvar a los tuyos?» ¿Hasta dónde está dispuesta a llegar Casandra, la protagonista de esta novela?
Manel Loureiro: Casandra está dispuesta a llegar hasta donde haga falta, porque Casandra se enfrenta a una de las preguntas más despiadadas que se le puede hacer una madre: «¿qué estás dispuesta a sacrificar por tus hijos?» Las madres son capaces de hacer lo que haga falta. Es una pregunta con trampa, todos tenemos líneas rojas que no nos atrevemos a cruzar, que no podemos hacerlo. Yo, por ejemplo, sería incapaz de hacerle daño a un niño o de entrar en una joyería a punta de pistola, pegarle un tiro al joyero y robarle todas sus joyas. Yo no podría, y seguro que tú tampoco. Pero si yo te digo: «si no coges esta pistola y entras ahora mismo en esta joyería mueren tus padres, tus hijos, o la persona que tú más quieras». Entonces, la pregunta ya no es si estás dispuesto a hacerlo o no, ahora es: «¿cuánto tiempo va a pasar hasta que cojas esa pistola?» Ahí te das cuenta de que esas líneas rojas que hasta ese momento parecían inamovibles se desdibujan, ya no hay límites cuando llegas a un extremo en el que pierdes de vista las referencias morales.
VG: Sueles acabar los capítulos con una sola frase, impactante, que deja al lector con ganas de empezar el siguiente, recordando a aquellas novelas de folletín tan propias del romanticismo francés que dejaban a los lectores en ascuas hasta el próximo número. ¿De dónde te nace ese talento para enganchar al lector? ¿Es fruto de tus estudios de derecho (y por tanto, de retórica y oratoria)? Y, ¿crees que esa fue la clave del éxito cuando empezaste a publicar en tu blog?
ML: Pues nunca lo había pensado por ahí. Yo creo que viene más de mis lecturas. Yo crecí leyendo clásicos como Verne y de allí, cuando ya me los leí todos, me fui directamente a los escritores de bestseller norteamericanos. Resulta que sucede una cosa muy curiosa que en España no es muy conocida. En Estados Unidos, en los 70, se estaba produciendo una bifurcación muy peligrosa de la literatura: por una parte estaba la literatura de clase, elegante, de Truman Capote para arriba; y por otra parte estaba la literatura pulp, la barata, lo que aquí en España sería las novelitas de vaqueros de Marcial Lafuente Estefanía. Se estaba diferenciando tanto que en medio estaba quedando una zona muerta, muy peligrosa, que era donde estaba la mayoría de los lectores: lectores que querían leer historias vibrantes pero que al mismo tiempo tuvieran el refinamiento estructural que tenía la "buena" literatura. Ahí dentro hay un grupo de autores que en los 70 crea una nueva forma de hacer literatura, que es esta literatura de bestseller: ágil, ligera, divertida, que te crea tensión, que bebe mucho de recursos de la televisión porque somos hijos de la generación audiovisual. Ese estilo es el que a mí siempre me fascinó. Cuando yo empecé a escribir, lo que hice básicamente fue escribir lo que yo leía, y me sorprendía que nadie lo hubiera hecho antes. Y esos cliffhangers, esa manera de acabar efectista que sirve como enganche del siguiente capítulo no deja de beber de la narrativa audiovisual; del cine, de la televisión,... Seguro que estás cansado de ver series de televisión que lo hacen, igual que los MacGuffin, que te obligan a avanzar a través de la historia y que no tiene ninguna importancia lo que sucede pero es ese 'rollo' de que te obliga a saltar de capítulo en capítulo. Todo esto es tan importante, esa manera tan visual de contar las cosas, ha cambiado tanto... Y es que tú, tienes en tu cabeza un montón de códigos y de resortes que yo puedo utilizar, pero tú ya los tenías previamente, de serie. Benito Pérez Galdós, en sus Episodios Nacionales, contando la Batalla de Trafalgar se tiraba quizás seis páginas. Pero no lo hacía porque fuese un torpe, sino porque era la única manera que tenía de hacerlo. Para saber de una batalla solo había dos formas: haber estado en ella o que te la contaran de una manera prolija y detallada. Yo no necesito hacer eso. Ahora, con todos los códigos que tienes en tu cabeza, solo me hacen falta dos pinceladas para crear una escena completa en tu cabeza. Pero no es mérito mío, es tuyo, tú ya lo tienes todo eso en la cabeza acumulado. Es una nueva forma de escribir.
VG: Tratas en la novela el aura de las personas, el fulgor, mezclado con elementos fantasiosos. Pero es cierto que hay personas que pueden ver el aura de los demás, aquello que llaman “sinestesia emocional”. ¿De dónde nace tu idea del fulgor?
ML: Conocí el tema de las auras de forma incidental. Yo sabía que había literatura científica al respecto, y las cámaras Kirlian, etc. No está nada claro. Sí que podemos decir que si hace 150 años nos hablan de los rayos X nosotros les tomamos por locos. Hoy en día es imposible ver las auras de una manera física constatable científicamente, pero eso no quiere decir que en un futuro no se pueda. Y sí que es cierto que todos somos capaces de detectar gente cargada de buena y de mala energía. Si somos capaces de detectar eso de manera intuitiva, el hecho de que haya una manifestación física, esa sinestesia que me comentabas, que te permita captarlo, no me parece descabellado. Y para mí, que vengo de un entorno cultural como el gallego, que bebe mucho de la fantasía, de las meigas, la Santa Compaña, los trasgos, muy compartido todo con países como Gales o Irlanda, pero que además soy muy racional y escéptico, este es un tema que no me parece descabellado.
VG: Narras desde fuera pero conociendo todo de los personajes, lo que hace sentir al lector como en una película. Dado el toque cinematográfico que tienen todas tus novelas, ¿veremos película de esta?
ML: Espero que sí. Algo se empieza a vislumbrar ya, pero el cine es muy complejo y de proceso muy largo. Pero a mí me hace muchísima ilusión. Me encantaría que la novela llegase a mucha más gente y en un nuevo formato como es el cine.
VG: Cuentas que la novela nace de un chispazo una noche que conducías escuchando a Johnny Cash. Ese chispazo, la inspiración, ¿cuándo crees que llega? ¿Te pilla trabajando como defendía Picasso o llega de repente como ese ‘aliento de Dios’ que llamaban los griegos?
ML: Esto que me dices es lo de las musas, y yo siempre digo que musas hay tres: una es la tele, otra es la Play Station y la última, muy pequeñita y que habla muy bajito, es la que te susurra las ideas. A esta hay que hacerle caso y es la que queda ensordecida por las demás. Digo televisión o Play Station pero podría ser salir de copas, estar con los amigos o rascarte la barriga mientras juegas al ordenador. La inspiración te tiene que llegar trabajando. La fórmula del éxito, que nadie la conoce ni la tiene, seguro que se acerca a un cóctel formado por pequeño porcentaje de talento, un porcentaje enorme de trabajo duro y cantidades ingentes de suerte. La inspiración surge de las cosas más insospechadas. Yo hago una cosa que supongo que también harán muchos autores: yo soy como una ardilla emocional en el sentido de que voy acumulando experiencias. Ahora estoy hablando contigo y en cierta manera estoy registrando cómo vas vestido, peinado o cómo estás sentado. Todo eso se queda guardado en un cajón y de repente, un día, tú apareces en una novela mía. Y yo ni sé que eres tú.
VG: Está claro que, desde hace ya tiempo, a la hora de escribir tienes que pensar en todos los distintos lectores y culturas a las que va a llegar tu libro. ¿Cómo te ha afectado esto al empezar una novela?
ML: Tengo lectores en todos los continentes y eso es genial, llegas a gente de distintas culturas, sensibilidades, etc. Pero, ¿sabes cuál es el común denominador de todos ellos? Que a todos les encanta que les cuenten historias. Las historias son lo que nos permite ponernos en la piel de otros y sentir emociones de otros. Da igual dónde estén ambientadas y cómo, lo que realmente importa es lo que pasa. Es como Juego de Tronos, una serie que está ambientada en un universo totalmente imaginario, o cualquier historia de Joe Abercrombie. Todo eso funciona. No es importante dónde sucedan las historias, lo importante es lo que estas cuentan. La clave está en contar historias que emocionen a la gente independientemente de cuáles sean sus entornos culturales, y que toquen las fibras comunes que todos tenemos, las emociones humanas fundamentales: amor, odio, venganza, redención, celos, superación, etc.
VG: ¿Cómo explicas el gran éxito que han suscitado tus novelas en EEUU? Y, ¿qué piensas de que se te considere el Stephen King español?
VG: Está claro que, desde hace ya tiempo, a la hora de escribir tienes que pensar en todos los distintos lectores y culturas a las que va a llegar tu libro. ¿Cómo te ha afectado esto al empezar una novela?
ML: Tengo lectores en todos los continentes y eso es genial, llegas a gente de distintas culturas, sensibilidades, etc. Pero, ¿sabes cuál es el común denominador de todos ellos? Que a todos les encanta que les cuenten historias. Las historias son lo que nos permite ponernos en la piel de otros y sentir emociones de otros. Da igual dónde estén ambientadas y cómo, lo que realmente importa es lo que pasa. Es como Juego de Tronos, una serie que está ambientada en un universo totalmente imaginario, o cualquier historia de Joe Abercrombie. Todo eso funciona. No es importante dónde sucedan las historias, lo importante es lo que estas cuentan. La clave está en contar historias que emocionen a la gente independientemente de cuáles sean sus entornos culturales, y que toquen las fibras comunes que todos tenemos, las emociones humanas fundamentales: amor, odio, venganza, redención, celos, superación, etc.
VG: ¿Cómo explicas el gran éxito que han suscitado tus novelas en EEUU? Y, ¿qué piensas de que se te considere el Stephen King español?
ML: No lo puedo explicar porque si pudiese, estaríamos teniendo esta conversación en mi yate, camino de mi mansión en el Caribe... No existe una fórmula del éxito. Existen factores que pueden ayudar porque una cosa es escribir y otra es tener éxito editorial. Y el éxito editorial responde en la mayoría de ocasiones a factores insospechados. En mi caso, por ejemplo, me ayudó mucho lo que hicieron los guionistas de The Walking Dead. Yo estoy recién publicado allí, soy un desconocido, y de repente comienzan a recomendarme. Eso fue como subirme en una catapulta y hacer ¡paf!, ahí va. Después ya tienes que navegar tú solo. Y con respecto a lo de Stephen King español, es una cosa halagadora pero que me queda muy grande. Este hombre, cuando yo tenía pañales, ya estaba publicando bestsellers. Tengo que crecer un poquito para caber en su chaqueta. Pero bueno, todo esto significa que estamos haciendo cosas muy parecidas y que caminamos en la misma senda, y eso me gusta porque me gusta cómo escribe él y a mucha gente también, con lo cual a mucha gente le debe de gustar cómo escribo yo.
VG: Has sido siempre un gran defensor del acceso a los libros para todo el mundo, incluso creo que al principio ofrecías gratis tu primera novela para los lectores de tu blog. ¿Cómo ves todo eso ahora que estás dentro de un grupo tan grande e importante como Planeta?
ML: Fíjate en el libro [señala la opción de descarga gratuita del ebook al comprar el libro en papel]. Esto me encanta porque es una aspiración que yo tenía desde hace mucho tiempo. El lector está comprando el contenido, no el formato. Tú, como lector, estás invirtiendo dos cosas importantes en mí: dinero, y la más importante, tiempo. Y eso es sagrado, yo tengo que respetarlo y darte algo a cambio de ello. Lo que te doy es un pacto, te digo «ven, cógete a mí y nos vamos a subir a una noria. Y cuando lleves diez páginas de este libro no vas a poder parar de pasar páginas hasta el final». La sensación que tienes al acabar un libro, dejarlo sobre la mesa y decir: «joder, ha molado», eso es la p****. Hay otro terreno que aquí en España se ha confundido y que es el free inglés, la cultura libre por la cultura gratis. Yo soy de los que digo que el precio de los libros en digital todavía es caro, y es algo que a mí me ha dado problemas. Pero lo digo, porque es lo que pienso. Pero igual que digo esto, también pienso que gratis total tampoco puede ser. Yo me he pasado un año de mi vida encerrado escribiendo esto y creo que me merezco algo a cambio de las horas de evasión que te estoy ofreciendo, igual que el señor que ha hecho la portada o la señora que ha hecho la maquetación. Si no das nada a cambio, al final nadie lo va a hacer y tú te vas a quedar sin nada. ¿Que el precio es caro? Puede ser, aunque es la gran excusa. Aún tiene recorrido a la baja, pero mientras tanto, tienes cosas más baratas e incluso tienes bibliotecas públicas, que son esas grandes desconocidas.
VG: Por último, tú acabaste dejando de lado tu carrera como abogado para dedicarte al oficio de escritor. ¿Qué les dirías a todos aquellos jóvenes, y no tan jóvenes, que dudan del hecho de ser escritor o que creen que ya es demasiado tarde para empezar a escribir?
ML: ¡Nunca es demasiado para esto! ¿Tú sabes cuántos años tenía Cervantes cuando escribió El Quijote? Que yo haya empezado relativamente pronto no significa que sea el momento de empezar. Para esto no hay edad ni momento. Es más, yo noto que mi momento de madurez como creador de historias está muy adelante todavía. El mensaje de fondo es: si relamente quieren hacerlo, que no cejen en el empeño, que no abandonen ni bajen los brazos nunca. Pero que no se obsesionen jamás con el bestseller o con el triunfar porque ese es un camino a la frustración. Que se concentren en escribir una gran historia, que emocionen, que nos hagan no parar de pasar páginas. Pero sobre todo, que se concentren en disfrutar escribiendo, que se lo pasen bien, porque si hacen esto, el resto llega solo. En este trabajo no hay atajos, si lo quieren hacer tomando atajos van a ir al barranco.
LIBREGUNTAS:
Libro de papel o electrónico: Papel.
Narrativa o poesía: Narrativa.
Un libro: No puedo. Cientos.
Un poema: No sé.
Un autor: Extranjero, Stephen King. Nacional, Javier Sierra.
Un personaje: Jack Torrance, de El Resplandor.
Una cita: «Que vuelen alto los dados», Julio César.
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