El viajero de Altruria es la joya escrita por el intelectual y aclamado escritor del siglo XIX William Dean Howells y publicada en España recientemente por Tropo Editores. Codeándose con los escritores más brillantes de la época, Dean Howells acabó confeccionando una novela apabulladora en contra del egoísmo, del afán por el beneficio propio y del desinterés social de los florecientes Estados Unidos en particular, y de toda nación en general. Muy comparada con obras como Utopía de Tomás Moro o La República de Platón, El viajero de Altruria es un intento de despertar totalmente necesario en esta, y en esa, época.
De la mano del narrador Twelvemough, novelista estadounidense de clase alta, conocemos al señor Homos, el viajero, recién llegado de su país de origen. Altruria – lugar utópico que coge como símbolo el concepto acuñado por Comte del vocablo latín ‘alter’ y que lleva al lector al recuerdo de la tan literaturizada Atlántida –, es el país de la igualdad, donde no hay valor para el dinero sino para el beneficio común, donde se avanza cogiendo la mano de la gente de alrededor y no apartándolos, con fuerza, del camino. Homos llega a Boston para conocer los rasgos característicos de esa sociedad con el aliciente del enamoramiento ideal que tienen todos con su país de origen. Llamando constantemente la atención por sus maneras – dejando de lado los convencionalismos de clases, atendiendo a cualquier ser humano que se precie – el recién llegado acaba provocando inquietud y mucha incógnita en todos los reputados ciudadanos que componen el círculo de Twelvemough. Mediante preguntas y pocas palabras, Homos empieza a hacerse una idea de un país que se dirige a una catástrofe que ya vivieron los ciudadanos de Altruria. Atónito ante las confesiones de modo totalmente natural e incluso orgulloso por parte de los americanos, acaba dejándose llevar por la hermandad y el acogimiento de la gente del pueblo, con quien comparte labores y ayuda en todo lo que puede. Homos conoce ese avance desolador de las sociedades porque ya lo tuvieron que sufrir en Altruria. Allí, debido al mismo total interés propio que domina Estados Unidos, hubieron de sufrir la caída de toda una colectividad y levantarse sobre la base del bien común. El altruismo como única posibilidad de supervivencia. Creando incluso malestar en la clase alta por su eliminación de barreras sociales, Homos será llevado hacia ese interés que les domina y que les conmina a descubrir lo que para ellos es una impostura: la existencia real de algo como Altruria. Homos acabará aceptando hablar enteramente de su país, delante de toda una colectividad mezcla de todas las clases y estamentos sociales. Dejará de lado sus incómodas e insistentes preguntas para empezar a dar respuestas y dejar sin habla y totalmente indignados a aquellos que no creyeron en la posibilidad de una Altruria, a aquellos que no quisieron creer en ello.
A través de la sátira que desprende la aparente ingenuidad de Homos, Dean Howells es capaz de confeccionar una novela que tantos años después sigue completamente vigente. El viajero de Altruria es un azote a todos aquellos que aceptan como único hermano a la persona que ven frente al espejo, que ven la grandeza en los bolsillos abultados, que sienten el éxito solo cuando han dejado a alguien sin él. Y eso es vigente siempre. De personas a ciudades, de ciudades a países y de países al mundo. Todos controlados por la interminable escalera vertical donde solo hay espacio para uno y que, en cierta manera, si se pusiera en horizontal, ofrecería un espacio para todos. Sin necesidad de subir, sin necesidad de mirar hacia arriba o hacia abajo, sin necesidad de necesitar nada.
Víctor González.
@chitor5
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