Un asunto pendiente. Llevaba tiempo queriendo conocer a Vila-Matas, y no en persona –he aprendido que normalmente es más interesante conocer a los escritores a través de sus libros que de sus personas – y sí a través de alguno de sus libros. Por recomendación he llegado a este. No puedo resumir en una sola frase antes de terminar este párrafo qué es lo que tenemos delante cuando abrimos El mal de Montano, probablemente tampoco pueda hacerlo en la reseña entera. Pero hoy hablo de él, principalmente para saber si he entendido algo.
El mal de Montano es un híbrido entre novela y diario íntimo con las fronteras entre ambos géneros muy difusas. Hace unos días, queriendo recomendar este libro a un amigo, le dije: mira, lo empiezas y tienes claro que es Vila-Matas quien te está hablando, pero acabas esa parte del libro y te das cuenta de que no era él, de que es una novela y quien te habla un personaje. Sigues con la siguiente parte y te dices, aquí sí, aquí seguro que es él, pero llegas al final y te das cuenta de que tampoco. Y así con las cinco partes que componen el libro. Como una matrioska. Vas abriendo partes buscando encontrar al autor y, al final, no está. Luego te preguntas de qué te iba a servir encontrarlo, te ríes y colocas el libro en la pila de tus favoritos.
Entremos en detalle. El mal de Montano es la reflexión de alguien – que puede ser o no el autor, eso da igual, soy del bando de los que prefieren el Lazarillo anónimo – sobre literatura. A partir de una «sobredosis mortal de literatura», el narrador nos lleva por un camino donde a cada paso nos tropezamos con citas textuales o referencias a otros autores u obras. El mal de Montano es una oda a la intertextualidad en la literatura. Es como si Vila-Matas nos mostrará impresionándonos el talento y la originalidad que tiene su estilo y escritura para luego decirnos: calma, se lo robé a otro. Vila-Matas probablemente sea el mejor vampiro de la literatura española.
A partir de la explicación del mal de Montano – un hijo enfermo de literatura que no existe más allá de la ficción –, Vila-Matas nos lleva por un homenaje inolvidable a la literatura, a la novela, a lo ficticio por un camino donde lo aparentemente novelesco va pasando a ser diario íntimo. O no, cómo él mismo dice en el libro: «este diario que se me está volviendo novela». Cuánto hay aquí del baile de espejos borgiano que tanto nos ha cautivado y cautiva. Para que lo entendáis, todo es tan magníficamente raro que incluso incluye una conferencia sobre la primera parte del libro. Todo ello es esta novela (¿?). Fragmentariedad total.
En cierto momento del libro, el narrador se pregunta: «¿Por qué Marcel Duchamp volvió del mar?». Pasan algunos párrafos y más adelante contesta: «Para ver el mar». Y entonces tú, que no estás entendiendo absolutamente nada pero que a la vez estás absolutamente enganchado y encantado, recibes la respuesta a por qué te estás alejando tanto mientras lees este extraño libro de lo que mandan los cánones de la literatura. ¿Por qué? Para entenderla. Para entender la literatura. A veces lo mejor es apartarse de la ventana para ver mejor por ella. Una delicia de libro.
Víctor González.
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