Había una vez una princesa que habitaba en el bosque de las falsas ilusiones. Nada se correspondía con la realidad. Vivía de las historias que le contaban y alimentaba sus cuentos de falsas ilusiones. Cada habitante del reino le advertía de cada paso en vano que daba. Pero a ella poco le importaba, prefería su felicidad basada en la ignorancia. Se pasaba el día tendida en la hierba imaginando un encuentro imaginario con un hermoso príncipe. Leía cuentos protagonizados por príncipes azules que llegaban a reinos remotos en búsqueda de hermosas princesas. A pesar de todo, ella sabía que algún día llegaría. Anhelaba besos que nunca había probado, lloraba por la falta de un abrazo que jamás había dado y suspiraba por un rostro que nunca había conocido. Así era su vida; maravillosa y a la vez, totalmente falsa. Su hada madrina siempre le advertía: «Princesa, ten cuidado con lo que deseas porque se puede llegar a cumplir». Y así fue. Un hermoso príncipe azul llegó a las orillas de su reino y la princesa corrió a sus brazos para recibirlo. Era él, por fin había llegado. A los tres días se celebró una hermosa boda en palacio y la princesa durmió felizmente en los brazos de su príncipe. Cada mañana corría a escribir un nuevo capítulo en su idílico libro de las ilusiones. Hasta que un día se dio cuenta que ya no tenía nada de lo que escribir. El príncipe no era quien decía ser. Siempre estaba ocupado con cosas de palacio y con fiestas reales. Ignoraba a la hermosa princesa y además, no solo tenía ojos para ella. La princesa lloraba sin parar e incluso cayó gravemente enferma. El diagnóstico fue claro: «falsas ilusiones y golpe de realidad», jamás se recuperó. Pero comprendió que no hay que vivir esperando y que si cada día, en vez de tenderse en la hierba esperando a un falso príncipe, hubiese luchado por un reino mejor, su salud no tendería de un hilo. Las princesas no esperan, se construyen a sí mismas, y escriben sus propios cuentos, no viven de ilusiones y comprenden desde pequeñas que no se puede regalar el corazón al primer príncipe que pasa porque como bien saben; las cosas de palacio van despacio. Y aunque la princesa de este cuento jamás se recuperó de su enfermedad, se encargó personalmente que todo su linaje real jamás heredase esa horrible enfermedad. Dotó de fortaleza, seguridad e independencia al resto de las princesas que habitaron en su reino. Fin.
Blanca de Paco.
@blancadepaco
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