Te echo de menos. No voy a mentir. Echo de menos cada carcajada y el olor de tu cuerpo. Echo de menos esos días donde la vida me parecía sencilla siempre y cuando amaneciese a tu lado. Eras la llave que abría la puerta a la felicidad y ahora esa puerta se ha cerrado desde dentro y no puedo abrirla. No sé qué hacer para volver a aquellos días. Perdí el norte cuando te llevaste la brújula de tus labios. No encuentro el camino para volver a ti y eso me mantiene rota desde el día que te fuiste. Dime amor, ¿cómo hemos llegado hasta aquí? Dónde quedan esos días en los que me susurrabas al oído que yo era tu todo. Ahora ya no dices nada, no estás. Has desaparecido de tal forma que he llegado a pensar que nunca has existido. Y aquí estamos, de nuevo, frente a frente. Sentados en cualquier café respondiendo preguntas sin respuesta.
Te fuiste y ahora vuelves, llamas y buscas. ¿Qué sentido tiene? Ni siquiera somos los mismos. Por mucho que lo intentemos jamás volveremos a esos días. Nuestro tren pasó y a pesar de las lágrimas que sigo derrochando no volveré a refugiarme en aquel pecho que a veces me miente. Nada de esto tiene sentido, ni este café ni nosotros. Alguien tenía que decirlo. Un café y un silencio desgarrador. No quiero volver a verte.
Blanca de Paco.
3 comentarios:
Ese tren jamás existió.
Es verdad, no hubo tren solo un fantasma que se rellena de nuestros deseos y que sirve de excusa para atribuirle toda la belleza que tenemos dentro y no sabemos con quien compartir.
Esa necesidad, esa sed, esa quimera, a veces vital y que en ocasiones puede llegar casi a estrangular, además de poder hacernos caer en el abismo también sirve como excusa para eso, para caminar.
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