TECNO.ILOGÍA


Vivimos pendientes y dependientes, de baterías y cargadores, que no se nos acaben los datos o los minutos, como si importase algo cada segundo, como si estuviésemos relajados pero ocupados, ni tranquilos ni preocupados, en un constante bucle de factura y pago, en un estado desordenado.

Pago por lo que compro y cobro por lo que vendo, que en la mayoría de casos sólo es la fuerza de tu cuerpo, o la capacidad de repetir una y otra vez una tarea tediosa o un pensamiento a medias que se corta donde acaban las órdenes. Pagamos por cosas que no podemos tocar y tarifas que no comprendemos lo que significan, que cuantos más megas menos mundo exterior pisas, y con las prisas giras la manivela de un mundo que se trunca, entre aullidos silenciados y pisadas que ya no se escuchan, no conocemos a nuestros vecinos como no conoceremos a nuestros nietos, no miramos el paisaje porque en la pantalla ya tenemos un amigo, que no escucha ni hablar, ni siente ni padece, ni comprende ni asiente, sólo refleja lo que no ves, entre salva pantallas de lugares que no conoces y fotos de sitios que sólo son fotos, y no al revés. 

Escuchamos voces de máquinas, de hologramas, en lugar de escuchar a la persona que duerme a nuestro lado en la cama, perdemos la vista y la calma, las formas y las ganas, la educación y la esperanza, pan y circo, nunca obtendremos venganza, mientras el fallo esté en la crianza de unos niños que sólo ven pero no escuchan, porque sólo se les muestran motivos para no luchar.

Alba Ferrer.

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